07 diciembre 2004

RUBENS Y LOS CIERVOS DE CADA DÍA

El otro día alguien me preguntó mi nombre. Y al decírselo, me dijo que era un nombre acertado, que al verme le había recordado a los ángeles de Rubens, gordos y sonrosados. Yo le hubiera contestado, sonriendo como ningún ángel de Rubens lo haría, que él me parecía la viva imagen del ciervo que hay en el tapiz de mi salón. Pero no se lo dije. En lugar de eso, sonreí y le desee la más violenta de las diarreas.

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