29 marzo 2007

PLAQUETAS

Todavía recuerdo aquel mail y la llamada de Carmen, angustiada. Un niño esperaba urgentes transferencias de plaquetas en nuestra ciudad y los padres, desesperados, habían mandado cientos, miles de mensajes pidiendo ayuda a través de Internet. Un poco raro que lo hagan por correo, le dije yo, a ver si no va a ser otro de esos correos basura. Pero Carmen tenía un pálpito, y los dos, plaquetas. Todavía recuerdo las llamadas a todos los demás, la dura negociación para lograr que su incredulidad inicial, como la mía, se transformara en acción. Lupe, Ana, Jaime, Antonio, César, todos dejamos lo que estábamos haciendo y seguimos el pálpito de Carmen. No pasó ni una hora cuando, a la puerta del Hospital, todos nos disponíamos a entregar nuestra sangre por aquel chico, por aquel mail pero, sobre todo, porque Carmen nos lo había pedido. Y todavía recuerdo la cara que se le quedó, roja de vergüenza, cuando nos dijeron, un poco con sorna, que ningún niño se estaba muriendo por falta de plaquetas. Que de ser así habría habido, como mínimo, setecientos médicos y enfermeras dispuestos a evitar el colapso, anuncios en la radio, coches por la ciudad pregonando la agonía. Que gracias, pero que no.

Hoy me he cortado en la cocina, nada grave, no manden correos en mi auxilio. Pero cuando he visto mi dedo sangrando me he acordado de aquella historia. Del tiempo en el que todo era más sencillo y no había distancias, ni trabajo, ni compromisos. Los años en los que bastaba una llamada para tener al rato a alguien cerca. Y quizás sea una imagen simbólica, una ocurrencia sin más, otro recurso creativo. Pero he añorado el tiempo en el que todos éramos, para los otros, plaquetas.

27 marzo 2007

RECETA CASERA

Llegamos a casa, tiramos la corbata y la camisa al sofá, nos descalzamos, nos ponemos una sudadera raída y, sin quitarnos el pantalón del traje, nos dirigimos a la cocina.

Elegimos una lata de cocido madrileño, la abrimos con cuidado de no manchar la encimera y la vertemos sobre un plato sopero, preferentemente. Disolvemos los grumos que puedan aparecer con un tenedor, procurando tirar el tocino a la basura si estamos a dieta, tapamos el plato de cocido con otro plato y, sin más preámbulos, introducimos el conjunto en el microondas durante tres minutos, a máxima potencia.

Mientras esperamos, debemos disponemos la mesa con una cuchara, una cucharilla (para el postre), un par de servilletas y, si deseamos un entrante, un plato de aceitunas o un poco de queso. No deben faltar asimismo una lata de cerveza de sabor acorde con el cocido (evitaremos cerveza negra o cerveza limonada), y un nutritivo flan industrial de huevo o vainilla (al gusto). Cuando suene el microondas, retiramos el plato con cuidado de no quemarnos, echamos el plato-tapadera al fregadero, y tras llevar el cocido a la mesa, ya podemos decir que tenemos todo a punto para disfrutar de un suculento almuerzo. Acompañaremos el festín, si nos apetece, con las noticias o un poco de música.

Sugerencia de la casa: Si creemos que podemos romper a llorar durante la comida, tendremos a mano pañuelos de papel.

16 marzo 2007

CALENTAMIENTO GLOBAL

Hace frío, ya es primavera.

Ni azahar ni flores ni faldas a lunares ni lunas luneras.

Lo tienen difícil los pintores costumbristas, el hombre del tiempo, los poetas.

El aire no se aclara.

Resfriados a golpes de calor, diez horas y media de sol y esa elección fatídica
cada viernes por la noche:

¿Jersey, abrigo, camiseta... Voy desnudo?

Vaya idea, me digo, ir desnudo.

Y caigo: Ya es primavera.

...Ya está aquí el calentamiento global.

08 marzo 2007

SU PALABRA

Te querré hasta que me muera, le dijo,

y cuando murió la dejó tirada como una colilla.

...Se esfumó como si tal cosa.

Un poco cabrón, el tipo,

Pero al menos cumplió su palabra.