16 febrero 2007

LA LAVADORA

Llegué destrozado a casa. Ya sabes, había tenido un día horrible, de esos en los que llegas a pensar con lucidez que todo lo que hagas, incluso preparar la cena o lavarte los dientes, va a salir mal. Pese a todo consideré oportuno darme un baño antes de irme a la cama. Me sentía tan sucio por dentro que necesitaba, al menos, que mi cuerpo estuviese limpio. A fin de cuentas, pensé, si resbalaba en la bañera o se me caía la radio en el agua tampoco sería para tanto.

Total, que me desnudé, entre en el cuarto de baño y justo cuando iba a meterme en la bañera caí en la cuenta de que el termo no estaba encendido... En circunstancias normales hubiera considerado aquel hecho parte de la secuencia lógica del día que llevaba, pero cuando asocié el agua fría a la hora a la que llegas a casa, y la hora que era a que te habías ido de viaje... No exagero, estuve a punto de bañarme con agua fría. La rotundidad de saberme solo durante toda la semana me golpeó en las sienes. Llevamos dos meses viviendo juntos y ya me tienes mal acostumbrado. Cuando llego a casa ya estás duchada, el termo encendido, la música sonando y sí, lo dos estamos tan cansados que casi no podemos mantenernos la mirada, pero estamos juntos... Con todo me contuve. Ni lloré ni nada.

Me fui a la cocina dispuesto a encender el termo, a hacer un último esfuerzo por dotar de normalidad a mi casa sin agua caliente y sin ti. Y en esto que veo la lavadora. Me vas a llamar loco, pero lo vi claro. Una de esas ideas que siempre te parecieron extrañas pero que de repente se te antojan sencillas y geniales. Un simple baño, aun caliente, no me hubiera proporcionado el punto y aparte que necesitaba después del día que llevaba. Y nuestra lavadora, porque insististe en ello, es grande y de carga superior. Así que ni lo dudé. Programé un lavado largo con agua caliente, encendí la radio y me metí dentro.

Debes probarlo cuando vuelvas. Nuestra lavadora no tiene nada que envidiar a una de esas modernas duchas de hidromasaje. Salí limpio, suavizado, aclarado, centrifugado... Llegué incluso a pensar, ingenuo, que aquel lavado había marcado un antes y un después, que podría acostarme con una mínima sensación de tranquilidad. Pero no fue posible. Tus bragas rojas, esas bragas de hellokitty que a ti tanto te gustan, se habían lavado conmigo... Y cuando fui al baño y me miré en el espejo comprobé, asustado, que mi cuerpo entero era rojo. Que me había quedado desteñido por tu ausencia.

¿Sabes? No suelo contarte ciertas intimidades porque no me parece apropiado. Pero ya en la cama, deprimido, sólo pude hacer una cosa: Lavar a mano, entre sollozos, las manchas de tu recuerdo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno
inperson
jazzpalabrasywhisky.blogspirit.com

Anónimo dijo...

joder angel, cada vez te superas tio.
Este ha sido bueno bueno

ale

Helena dijo...

Acabo de descubrir tu blog.
Una maravilla como escribes y lo que escribes. Me gusta tu estilo sencillo, lleno de guiños a temas profundos, tu ironía y tu roce constante con el surrealismo -al menos en lo que he leído hasta ahora-... Te sigo leyendo.
¡Enhorabuena!

ana dijo...

Ains, menos mal que a mí no me da por meterme en la lavadora cada vez que mi niño vuelve a su tierra ;)
Buenísimo, como siempre!
Besitos

Anónimo dijo...

Justo cuando piensas, sonriendo "Qué simpático que ha sido este post", lees las últimas palabras y la cosa cambia a "Qué cabrón que es este Ángel"... sigue deleitándonos, por favor.

V.

el que deambula dijo...

Muchas gracias por vuestros comentarios, en especial a helena, que es la primera vez que comenta y a la que agradezco esos elogios.

Soy un cabroncete, lo sé.

Besos a todos.