20 octubre 2005

MARIO HURTADO Y LA FORMACIÓN AL LÍMITE.

La Escuela de Conductores de Autobuses Stopiani iba de mal en peor hasta que entraron en la empresa Mario Hurtado y su idea de la formación al límite. En los años previos al desarrollo de Sta. Eulalia, como nadie tenía coche propio, cientos de autobuses cruzaban abarrotados el país de norte a sur, y casi todos sus conductores se formaban en la academia de Beto Stopiani, que ajeno al lento despegar de la economía patria, disfrutaba de las ganancias sin pensar en el futuro. Hasta que sólo quedó de su empresa el octogenario profesor de teoría, un instructor borrachín y medio sordo, un sórdido local con cochera y dos autobuses. Ni siquiera la competencia, por pena, le intentaba arrebatar los pocos alumnos que aún tenía.

Sumido en tristes meditaciones, Beto dejaba morir al negocio entre vasos de anís y partidas de dominó con sus compañeros. Hasta que apareció Mario Hurtado, un joven licenciado que le pidió trabajo prometiéndole que no sólo salvaría su negocio, sino que además daría empleo a más gente del barrio mediante La formación al límite. Una transgresora idea que expuso con cartulinas a la plantilla entre las carcajadas del instructor, la siesta del profesor de teoría y la resignación de Beto Stopiani, que pensó que a fin de cuentas, si el negocio se iba a pique, por lo menos que fuera con savia nueva. Como el joven licenciado aceptó no cobrar los primeros meses, quedó contratado de inmediato. Y con él medio barrio, al que se le prometió pagar el sueldo y los atrasos en cuanto se consiguiese hacer resurgir a la Escuela.

Pero no hizo falta esperar demasiado para poder poner al corriente las deudas de la empresa. De hecho, a los tres meses ya todos los empleados cobraban regularmente sus salarios y al año, era tanta la demanda que Beto se tuvo que plantear seriamente comprar más autobuses y contratar más personal. La formación al límite no sólo le permitió disfrutar a él y sus compañeros de una vejez sin excesos pero con holgura, sino que además permitió a mucha gente del barrio salir de la exclusión laboral. La Escuela de Conductores de Autobuses Stopiani es la envidia del país porque en ninguna otra uno aprende a conducir con pasajeros de verdad: Una gorda antipática que te pide hojas de reclamaciones a cada mínimo fallo, un ciego que se tropieza continuamente y que además escupe en el suelo, dos pequeños salvajes, un borracho, un abuelo que se queda dormido al final del trayecto… En definitiva, en ningún otro centro se puede aprender, además de a conducir, a tener paciencia y don de gentes.

Mario Hurtado, aquel joven licenciado que salvó el negocio con su revolucionaria idea, desapareció un día sin despedirse de nadie. Y lo más extraño, cuando Beto lo buscó desesperadamente, comprobó que no figuraba nadie con tal nombre ni en la Universidad de Sta. Eulalia ni en ningún otro censo del país.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tenía que ser Hurtado...

Anónimo dijo...

Muy buen final, aunque no tanto como el método de Formación al límite.
Un abrazo enorme! (me toy tomando algo a tu salud).