tag:blogger.com,1999:blog-93104572024-03-07T18:53:10.089+01:00DEAMBULATORIOMediodía en la placita del banco. Sentados en el Barbiana, tú pides cerveza, yo Coca-Cola. El camarero las sirve al revés, como siempre. -Machismo- dices. Y me hace gracia. Hacemos tiempo, hacemos El Tiempo.el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.comBlogger208125tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-25053325620228747052012-01-18T20:32:00.003+01:002012-01-18T21:13:26.708+01:00<div align="center"><span style="font-size:130%;">No quiero olvidar que soy de neón y humo, de hierba y madrugada.</span></div><div align="center"> </div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-54568588377096790642008-09-04T23:46:00.002+02:002008-09-04T23:54:33.868+02:00MELANINA<div align="justify"><span style="font-size:130%;">Elvira suspira mientras se unta por enésima vez crema protectora. Su piel es tan blanca que su máxima aspiración cuando toma el sol debería ser, simplemente, no achicharrarse, y sin embargo no hay día que vayamos a la playa o a la piscina en la que no me pregunte insistentemente si está cogiendo algo de color. Tumbada a mi lado como un reptil, estirada y latente, parece que estuviera negociando con el sol un acuerdo de mínimos para no sentirse cubierta de cal viva.<br /><br />-<em>Te falta melanina, Elvira, acéptalo, es genética</em>- bromeo cuando observo que en un gesto de atrevimiento ha cambiado de factor de protección. Cada verano hace lo mismo. Cambia varias veces de marcas, factores, composiciones y formatos como si la clave entre broncearse o ingresar en la unidad de quemados estuviese en elegir entre una crema con extracto de zanahoria o un spray water-proof. –<em>Ya sé que es cuestión de melanina</em>- Me responde, -<em>pero tampoco soy albina, coño, que me hablas como si fuera powder</em>- Y mirándome con ese gesto de vete-al-carajo tan propio de ella vuelve a su posición de caimán en época de sequía.<br /><br />Elvira y yo tenemos una relación muy especial, una de esas amistades que surgen mitad de un amor sin germinar, mitad de la necesidad de no sentirnos solos. Cuando la conocí, hace ya algunos años, me gustó su piel blanca y su pelo negro, su cuerpo menudo y sus maneras de niña asustada. Y a ella de mí, según me contó después, mi inseguridad segura, mi manera de huir de todo aparentando mantenerme firme en cualquier situación. Como éramos los únicos de nuestros amigos sin pareja y sin planes inmediatos de estabilización, nos hicimos inseparables, de tal manera que sin serlo, estuvimos bastante tiempo actuando como una de esas parejas de novios antiguos que hacen de todo menos tocarse.<br /><br />Hasta que nos liamos. Objetivamente nos teníamos ganas el uno al otro, pero siempre achacamos aquella noche a la cama de tres posiciones de Luisa y Alberto. Habitualmente soportábamos estoicos las conversaciones de nuestros amigos sobre el euríbor y el Ikea, los menús de boda y las listas de compromiso. Apartándonos a un lado, Elvira y yo pasábamos la noche charlando de vídeos musicales y de libros, de cualquier cosa que no fuera demasiado seria. Pero aquella noche sólo salimos los cinco: Elvira, Luisa, Alberto, su cama de tres posiciones y yo. La habían comprado aquella misma tarde, les había costado una pasta, y como estaban ansiosos de justificar las treinta y seis mensualidades que se les venían encima, estuvieron dos horas disertando severamente sobre los claros beneficios de comprar una cama que sólo se suele comprar a personas con movilidad reducida. Que si el mando inalámbrico, que si las ruedas para limpiar debajo, que si la viscolástica y que si los cómodos plazos, siempre hemos comentado entre risas que hablar de tanta cama acabó por ponernos cachondos. La cama de Luisa y Alberto se jodió a los pocos meses. Nosotros, sólo nos liamos aquella noche.<br /><br />Elvira y yo tenemos una amistad especial que nació de un amor sin germinar y quizás se mantiene por la necesidad de no sentirnos solos. Pasados los años, mientras nuestros amigos pasan de las conversaciones de boda a las conversaciones de faltas y tratamientos de fertilidad, Elvira y yo nos mantenemos juntos como dos aprendices de viejas cacatúas, riéndonos de todo y tomando el sol, huyendo de la sensación de que vamos en una dirección que casi nadie toma. Solos pero juntos, juntos pero sin saber muy bien qué esperamos del otro, hemos congelado un tiempo en el que no hay prisa por sentar la cabeza, en el que el trabajo es un postgrado y nuestros amigos hermanos mayores. Sin embargo, yo todavía recuerdo la sensación de haber descubierto algo maravilloso y definitivo aquella noche: La revelación de Elvira desnuda y sonriente. Aquel cuerpo que, con cada dedo que lo tocaba, quedaba marcado por una aureola rojiza. Aquel cuerpo en el que, con mis besos, tracé un itinerario errático. Aquella noche en la que, entre risas y silencios, entre suspiros y murmullos, nuestro amor abortó en algún lugar de su dormitorio.<br /><br />Elvira ha salido de su estado de latencia y me ha mirado sonriente, esperanzada. –<em>Qué, ¿me ves más morenita?-</em> -<em>Mucho</em>- sonrío divertido. Y mientras contemplo su cuerpo pequeño y hermoso, blanco como la nieve, me ha dado por pensar, con un poco de tristeza, que quizás nuestra relación es como la de Elvira con el sol: Cuestión de melanina.</span> </div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com14tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-27806541315450132382008-08-24T19:41:00.007+02:002008-08-24T20:36:50.771+02:00MIRADAS DONDE FLOTAN ICEBERGS<div align="justify">Mi amigo José Luis Baños de Cos acaba de publicar su segunda novela. Si queréis saber más sobre ella (y podéis fiaros de mí que merece la pena), os doy el enlace de su <a href="http://www.miradasdondeflotanicebergs.tk">editorial. </a></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"><br /><br />No digo más porque se me ve el plumero. Pero si os dáis una oportunidad, descubriréis en <a href="http://www.miradasdondeflotanicebergs.tk">MIRADAS DONDE FLOTAN ICEBERGS</a> una historia (y un autor) que, con algo de suerte, darán mucho que hablar.</div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-52016745259308865972008-07-30T20:27:00.000+02:002008-07-30T20:28:30.275+02:00normal que se cansen<div align="center">No puedo escribir<br /><br />Y este silencio, mucho me temo,<br />tiene poco de productivo.</div><div align="center"><br />Como mi tos</div><div align="center"><br />sólo logro sacar de mí<br />palabras torpes sin reflejo:<br /><br />Esputos de tedio.</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-36611501170144039122008-06-18T22:25:00.001+02:002008-06-18T22:28:29.457+02:00LA MUERTE DE GABRIEL<div align="justify"><span style="font-size:130%;">La industria de los ataúdes no gasta demasiado en diseño. A Gabriel le hubiera gustado otra cosa seguro, el aglomerado marrón caca no le hace justicia a su pasión por el surf. De todas maneras, supongo que morir joven tiene esas cosas. Su madre nos acaba de decir, aunque estoy seguro que no nos lo decía a nosotros, sino que hablaba a la nada, que habían decidido esparcir sus cenizas en la casa de campo de los abuelos, en El Bosque, porque a Gabriel le encantaba aquel sitio. Y no nos hemos reído de milagro, la verdad, porque si había algo que odiaba Gabriel con convencimiento era tener que irse con toda la familia a aquel sitio un par de semanas al año. Qué poco nos conocen los padres. En esa increíble puesta en común de recuerdos que suponen los velatorios, he podido escuchar mil y una historias suyas que son de todo menos equilibradas. Que si Gabriel era un deportista, que si Gabriel era vago pero muy inteligente, que si Gabriel... Pobre Gabriel, acabo de comprobar que lo han vestido de chaqueta y corbata.<br /><br />Gabriel siempre fue nuestro líder. Desde parvulario no recuerdo decisión importante como grupo en la que su opinión, de una forma natural, no se impusiese. Gabriel constituía para nosotros una especie de oráculo al que se consultaba si debíamos irnos a la playa o quedarnos para ir al cine, si debíamos hacer botellón o por el contrario ir de bares, si debía caernos mal una persona o si el más cabrón de los mortales era, en el fondo, buena gente. Ahora que lo pienso, es muy triste pensar que en el momento más importante de su vida, su muerte, no tenga la más mínima capacidad para imponerse a sus padres y la funeraria.<br /><br />Objetivamente Gabriel siempre fue un chico desgarbado. Físicamente era muy corpulento, muy alto, y sin embargo viéndole simplemente caminar sus medidas no eran capaces de atemorizar a nadie. Como si estuviese siempre a punto de caerse, Gabriel daba más sensación de torpeza que de fuerza. Aquello, unido a un carácter bastante plano, ni gracioso ni serio ni inteligente ni corto de miras, no suponía precisamente una ayuda a la hora de conocer a gente nueva. Nunca le conocimos a nadie a quien atrajese o por el que se sintiese atraído y, fuera de algún esporádico conocido por Internet, su círculo de amistades era, simplemente, cuadrado. Debió morir virgen, como los curas. De chaqueta y corbata, hemos bromeado resignados, tiene pinta de pastor de iglesia apocalíptica.<br /><br />Gabriel siempre fue nuestro líder y, sin embargo, ahora que ha muerto, empiezo a darme cuenta que en realidad sólo fue nuestro esclavo. Su influencia no provenía de unas dotes naturales para el mando, sino que derivaba de su dedicación absoluta a nosotros. Desde pequeños, y es algo que no me atrevería a comentar en voz alta, Gabriel supo que sólo era fuerte entre nosotros, y que sólo sería feliz junto a nosotros. Mientras sus amigos estudiaban una carrera, se echaban novia y, en definitiva, avanzaban en la conquista de nuevas relaciones sociales, Gabriel, por miedo a la vida o a la soledad, sólo era capaz de pensar en la siguiente fiesta. Como las monjas, que dicen casarse con Dios, Gabriel entregó su vida al concepto etéreo del grupo testosterónico.<br /><br />Su liderazgo, sin embargo, estaba en franca decadencia. La última vez que estuve con él fue en la despedida de soltero de César, en Los Caños. Se pasó toda la semana organizándola: Casa, bebidas, strippers. Me llamó por teléfono al menos tres veces para confirmar mi asistencia. Montó una gran fiesta de acuerdo a su gusto para, ya borrachos, entrar en un estado de ensimismamiento que, ahora lo entiendo, venía motivado por el reconocimiento de una nueva fractura en su familia. Con una lógica impecable, inocua para casi todo el mundo, pero fatídica para gente como Gabriel, nuestro líder debió pensar que una esposa son hijos, que hijos son familia, y que familia no son amigos. Y si estoy convencido de que de haber ido a la boda no habría desentonado en ningún momento, también lo estoy de que para él ver a César pronunciando el “sí, quiero” hubiera sido una especie de funeral a la irlandesa. Aquel fin de semana, en Los Caños, los altibajos entre la euforia y el silencio definieron a Gabriel. Y sin embargo nadie le echó demasiada cuenta. Debimos pensar, inconscientemente, que su soledad formaba parte del precio del poder.<br /><br />Gabriel se mató solo en su scooter, camino de la playa, conduciendo por el carril que existe entre Jerez y El Puerto para evitar una multa por conducir por la autovía. Al parecer perdió el control del ciclomotor por un bache de arena y se fracturó el cuello. Una verdadera lástima, una muerte tonta, una pérdida injusta. Todos estamos destrozados. Acompañamos a sus padres en el tanatorio y los arropamos con un hiperbólico muestrario de anécdotas virtuosas de su hijo. Nos abrazamos entre nosotros y lloramos. Nos reímos bromeando sobre el asunto del ataúd y las cenizas. Nos consolamos con su recuerdo. Pero como el pueblo que asiste al funeral de su dictador, algo por dentro nos dice que todo ha cambiado aunque nada haya cambiado, y que nuestra misión ha concluido permitiendo morir al líder en el poder. La vida sigue, no somos tan amigos, o es normal que cada uno tome su camino son frases que nos abordan a cada instante, pensamientos que nos atrevemos a compartir y a los que no queremos ceder. Pero mientras Gabriel asiste en silencio, de chaqueta y corbata, a la pompa de su despedida, la realidad es que el suyo fue un reinado triste al que se vio condenado y del que nadie quiso liberarlo por comodidad o egoísmo.</span></div><div align="justify"><br /><span style="font-size:130%;">La industria de los ataúdes no gasta demasiado en diseño. Las cenizas de Gabriel... </span></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-10911512128150501122008-06-09T20:57:00.002+02:002008-06-09T21:03:12.731+02:00ANUNCIO X PALABRAS<div align="center"><span style="font-size:130%;">*</span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;">Hombre Calvo Soltero Encuentra<br /><br /><em>(Absténganse dermatólogos y casamenteras)</em></span></div><div align="center"><em><span style="font-size:130%;"></span></em></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"><br />Razón... Para qué.</span></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-34103142375346311762008-05-28T21:55:00.006+02:002008-05-30T18:51:22.747+02:00LA EDAD DEL FAISÁN<div align="justify"><span style="font-size:130%;"><em>Prohibido consumir drogas en este local</em> es el típico cartel de los garitos donde es fácil conseguir de todo, un mensaje en clave para los no demasiado ingenuos parecido al que lanza Silvia cuando dice que tras dejarla Sandro está abierta a todo. Una frase que significa, para quien la conoce un poco, que ni de coña lo ha superado y que le aterra empezar una nueva relación. La música no está mal, pero hay demasiado humo y hasta yo, que fumo, tengo la sensación de estar asfixiándome lentamente. Mientras saboreamos lo que dicen que es ron, y que como el cartel significa que en realidad es garrafón, observamos como Silvia charla animadamente con un chico que se le ha acercado, moviendo el cigarrillo descontroladamente y mirando al cielo cada vez que exhala el humo. Aunque sabemos que el cortejo acabará en nada, y que a Silvia estos escarceos improductivos la debilitan como a Superman la kriptonita, no podemos dejar de observar la poderosa feminidad que es capaz de desplegar con aquellos que no somos sus amigos y que potencialmente pueden hacerla feliz. Pobre Silvia. Tan lista, tan guapa, tan torpe. Y es que a veces, por mucho que diga el barquero, las niñas bonitas sí acaban pagando dinero...</span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;"><br />Iván rompe el ensimismamiento colectivo para dar cuenta de que ha descubierto que todos en el bar o, superamos los treinta, o no llegan a veintipocos, y lo hace señalando a un grupo de chicas que se han comprado las gafas de lucecitas esas que venden los chinos y se afanan en bailar una canción de Gotan project, en lo que es una demostración palpable de que son residentes de colegio mayor sin cultura musical. No son ni guapas y sin embargo, las estamos mirando con una mezcla de envidia y deseo que está lejos de la condescendencia y candor con el que mirábamos a Silvia. Entre ella y las danzantes no habrá más de cinco o seis años de diferencia y, sin embargo, parece que nuestra amiga fuera la inocente adolescente y las otras las experimentadas mujeres. Lo que hace el mercado laboral. Hay una edad, entre los veintipocos y los treinta años, de una extraña madurez en la que las personas nos adentramos en busca de la estabilidad, como si ésta fuera patrimonio inexpropiable de trabajadores con pareja que se dejan los sueños de sol a sol. De personas que salen al cine o a cenar fuera pero en ningún caso a garitos en los que se prohíbe explícitamente lo que todos sabemos que es ilegal. Y lo hacemos con vehemencia y serenidad, asumiendo los golpes que nos vienen en forma de ojeras como una granizada necesaria antes de ver el sol, antes de encontrar el equilibrio más allá de defecar con regularidad. Y aunque es una madurez falsa, por supuesto, la fe que ponemos en ella es casi tangible. Desgraciadamente, quien más quien menos, tarda poco tiempo en descubrir que sólo estaba viviendo una transición entre lo malo y lo peor, que todo es un rodar cuesta abajo en el que de vez en cuando hay baches que nos hacen sentir inmortales.<br /></span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="justify"><span style="font-size:130%;"><br />...Como el que está viviendo Silvia que, contra todo pronóstico, está enrollándose con el chico que se le acercó a probar suerte. Iván y Pedro, contagiados de su éxito, han decidido lanzarse al grupo de chicas, bailando torpemente y haciendo comentarios que de seguro tratan de sonar a chico interesante y mileurista lleno de experiencias, lo que es sin duda patético pero irreprochable, cada cual utiliza sus armas. Y en la barra hemos quedado Javi y yo, fúnebres como Tip y Coll, saboreando dignos el brebaje éste que nos sabe a humo y a domingo. Aunque todavía no son las dos de la mañana y esté sonando Dizzy Gillespie, creo que va llegando el momento de festejar la madrugada en solitario. El humo me asfixia y, como tomo ansiolíticos, no acabo de sentirme a gusto en un local en el que se prohíben las drogas. Así que decido irme. Para evitar el protocolo de “quédate éstas hecho un viejo media hora más y me voy contigo”, le digo a Javi que voy al baño y me pierdo entre la multitud camino de la salida. Y entre chicas en la edad del pavo y chicos en la edad del faisán, dejo solo en la barra a Javi con su vista cansada y su novia de toda la vida, ésa que trabaja a cientos de kilómetros y a la que sólo ve cada dos semanas. El bueno de Javi, el estoico de Javi, el único de nosotros que aún cree en el Mañana. </span></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-86945852837773127772008-04-10T22:55:00.001+02:002008-04-10T23:03:19.379+02:00ESTA CALMA<div align="justify"><span style="font-size:130%;">Cada dos minutos despega un avión del aeropuerto. Desde la terraza, que está en la decimoquinta planta, puedo verlos ascender en silencio, perdiéndose al poco en la bruma marina, buscando a ciegas el destino a seguir. Apoltronado en la tumbona, con un cigarrillo en la mano, espero tontamente ser testigo de un eventual accidente aéreo que me saque del aburrimiento pero nada, todavía no he visto ni la más mínima anormalidad en sus maniobras.<br /><br />Todos duermen dentro. Anoche nos acostamos a las tantas pero, como yo no bebo y extraño la cama, me he levantado sobre las nueve y no he encontrado nada mejor que hacer que irme a la terraza a fumar. Son las once y aún no hace calor, pero la playa empieza a llenarse de gente, seguramente turistas que no pueden permitirse el lujo de perder ni un solo día sin la oportunidad de opositar a un melanoma. Entre avión y avión, con los prismáticos del padre de Jaime, los observo como Rodríguez de la Fuente a las gacelas, con esa sensación de demiurgo que permite el distanciamiento y la ocultación. Junto al chiringuito hay varias chicas en topless y, alrededor de sus pechos, varios ancianos fingiendo leer la prensa. Como Rodríguez de la Fuente con las gacelas, el mundo me parece estúpido, cruel y previsible.<br /><br />Un boeing 747 asciende lentamente por mi izquierda. Me pregunto qué gente irá allá dentro, y qué estarán pensando. Los aviones, o mejor dicho, los viajes en avión, son ideales para reflexionar. También para vomitar o tener relaciones sexuales, claro, pero fundamentalmente para pensar, porque son lugares en los que la sensación de proximidad a la muerte, aunque sea más improbable que en un coche o incluso en tren, siempre está en el subconsciente. Intento recordar cuando fue la última vez que viajé en avión, y en qué estaba pensando. Hace mucho y poco interesante, concluyo, una frase que pueden definir gran parte de mi vida.<br /><br />Los pezones de la pelirroja son muy oscuros. O está teñida o debería ir al médico. Debería ir al médico en cualquier caso, resuelvo. Si está teñida porque necesita un psicólogo que le ayude a resolver porqué con esos pezones tan negros pretende ser pelirroja. Y si no lo está debería ir al ginecólogo, porque una mamografía no está de más hacérsela de vez en cuando. Por un momento he pensado en bajar a la playa y comentárselo, pero dudo que mi preocupación por su salud le parezca sincera. Chicas como ella ante tipos como yo, en lugares como la playa con conversaciones tan trascendentales son del todo incompatibles.<br /><br />...Como el alcohol y los antidepresivos. Cuando la calma comienza a medirse en miligramos, uno no puede buscarla en mililitros, o al menos no pretendiendo que el resultado sea inocuo, si es que hay algo inocuo en la vida. Me enciendo otro cigarrillo mientras un Airbus A-320 sigue la estela invisible que dejó el anterior avión. Me imagino en él junto a la pelirroja y al viejo salido, hablando de nuestras cosas mientras nos pitan los oídos y planificamos un trío en el cuartito de azafatas. Tan improbable como un accidente aéreo, es que esta calma de prospecto me lleva a algún destino interesante. Tan improbable como que el avión se estrelle contra el hotel de viejos apolillados de enfrente y la pelirroja, fruto del pánico, decida raparse y acudir a las urgencias.<br /><br />Jaime se ha despertado, y se ha sentado junto a mí con un zumo y un porro, somnoliento y resacoso. Me ha comentado algo de un sueño de bañeras en la nieve y no se qué de la comida, que estaba harto de... no me importa. Los amigos de verdad son esos a los que quieres y a los que puedes ignorar la mayor parte del tiempo, como a los perros. Mientras observo un Learjet que seguramente pertenecerá a algún jeque, Jaime me ha gritado no se qué de un tipo que se había tirado por la terraza. He girado los prismáticos y, en el parking del hotel de al lado, sobre un mercedes amarillo, un tipo con bermudas se ha estrellado como a cámara lenta, dejando el coche perdido de sangre y a una chica que pasaba por allí desmayada en el suelo. Jaime se ha ido corriendo con el porro y el zumo a llamar a la policía, torpe y resacoso mientras a mí, con esta calma tan artificial como el tinte de la pelirroja, sólo me ha dado por pensar cuántos aviones más que yo habrá visto aquel pobre desgraciado.<br /><br />Decido, contra las recomendaciones de mi médico, comer hoy con cerveza. </span></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-57291678761977304942008-02-24T20:27:00.000+01:002008-02-24T20:28:25.993+01:00DOMINGO<div align="center"><span style="font-size:130%;">Asumir este domingo indiferente<br />aderezado de semanario y siesta<br />de tendedero plancha y planning<br />de preludio de batalla sinsentido<br />no es ya difícil ni amargo<br />ni profundo ni literario<br />es simplemente<br />una mierda<br /><br />Una mierda como un templo<br />pero plácida, en cierto sentido,<br />por lo que tiene de consciente.<br /><br />Mañana, entre legañas,<br />volverán la ansiedad y la rutina<br />a vestirlo todo de idealismo.</span></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-62479982329222806002008-02-06T22:43:00.000+01:002008-02-06T22:47:19.036+01:00LOS CUERPOS EXTRAÑOS<div align="justify"><span style="font-size:130%;">No sé si recuerdas cuando hicimos el amor en casa de mis padres, aquella tarde lluviosa en la que ellos iban al supermercado y tú aparecías llamando a mi puerta con tus jeans y tus encuestas, tu súbito y mal remunerado interés por mis preferencias de compra. No sé si recuerdas que estabas mojada y cansada, que apenas sostenías el bloc y la sonrisa bajo un impermeable amarillo a lunares rosas. Que te invité a un té hecho en leche, sin azúcar, y que lo aceptaste sólo porque contestaría a las preguntas y porque no parecía un tipo raro, porque parecía decente. Lo tomaste con gesto serio en la salita, concentrada en las marcas de soja y mis hábitos de desayuno mientras el calefactor, no sé si recuerdas, iluminaba tu cara de tonos naranjas. Me dijiste tu nombre entre pregunta y pregunta, entre sorbo y sorbo, y era Marcela o Martina o Marita o Marta. Mientras, en la radio, creando atmósfecha, sonaba sweet lorraine con chet baker desde la ultratumba pero ni con su ayuda, pese a que yo insistía, cediste terreno a ninguna de mis pequisas. Empezaba a anochecer, fuera escampaba, y todavía te quedaban tres bloques para volver a casa.<br /><br />No sé si recuerdas que hicimos el amor apenas te fuiste, seca y cansada, a seguir con tus margarinas y tus brioches, tus leches y tus chapatas. No sé cómo nos desnudamos, ni en qué momento de la encuesta se desataron las pasiones. Pero recuerdo bien tus pechos pequeños, tus escápulas aladas, tus mejillas naranjas y el impermeable amarillo. Y recuerdo también que fue nuestro amor tierno y privado, rápido y triste. Porque mientra te abrazaba, después del orgasmo, llegaron mis padres del supermercado sin avisar, como de costumbre, cargados de bolsas, cargados de realidad.</span></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-51648689962839745632008-01-24T22:07:00.000+01:002008-01-24T23:10:28.112+01:00* - *<div align="center"><br /><span style="font-size:130%;">Bienvenidos aquellos que ruedan cuesta abajo. Bienvenida la noche, el neón y el humo, la duda y las certezas como cristales en los ojos. Bienvenidos los que<br />caminan entre palabras y engaños, aquellos que se debaten entre la poesía y el suicidio. Bienvenida la niebla, el café frío, también como no los cuerpos extraños.<br /><br />Bienvenidos aquellos que cantan su miseria, que pintan sus miedos, que escriben profecías. El deseo inconfesable, el recuerdo marchito, el presente frío de los héroes destronados. Bienvenidos aquellos que se asoman al vacío, los rostros entrevistos en los baños y en los parques. Bienvenida la sombra, el tacto indeciso. Bienvenida la vida que nos queda y que nos huye.<br /><br />Esta es vuestra casa, pero yo no soy vuestro hombre.<br />Perdonad el desorden, descorred las cortinas.</span></div><div align="center"></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-87124476960919704112007-10-30T21:43:00.000+01:002007-10-30T21:44:33.431+01:00NADA LA NADIE<div align="center">Y nadie la cura, y nadie la cura, nadie.<br />Nada cura la nada a nadie.<br />Vendo enciclopedias de la nada a domicilio,<br />Exquisitos volúmenes de hiel couché y pasta dura.<br />Inventario mortal riguroso<br />de los más estrictos dictámenes de mi vida.<br />Nadie cura la nada a nadie. Y nadie la cura, nada. Nadie.<br />Árboles me impiden mirar el bosque<br />que talé con mis insomnios, que talé con mis dientes.<br />Bosques ignífugos de recuerdos dolorosos<br />Selva desértica de mis tardes más oscuras.<br />Nadie me cura nada la nadie. Nada lo cura. Nada ni Nadie.<br />Lienzo inacabado de un pintor retorcido<br />castillo inexpugnable de arenas movedizas<br />Lavadoras, secadoras, hornos de mi cerebro<br />Esperanza cero en soñar las madrugadas.<br />Nadie me cura la nada. Nadie. Nada las gracias.<br />Gracias: De nadie.</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com13tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-72207634455634919472007-10-23T23:07:00.000+02:002007-10-23T23:22:44.808+02:00PROMESAS<div align="justify">Recordaré siempre la primera promesa que te hice y no cumplí, va ya para siete años. Mientras enciendo otro cigarrillo, recuerdo aquella noche en la que medio drogados, como dice la canción, nos dimos aquel primer beso que llegaba tarde pero que llegaba, muy tarde ya en la noche, mientras todos dormían la mona en una cama y tú y yo, balbuceantes de ron, pelábamos la pava en un sofá bastante estrecho. Recuerdo aquella noche, aquel beso y aquella promesa, tras dos mil quinientas cincuenta y cinco noches, no logro calcular cuántos miles de besos y me da pánico pensar cuántos paquetes de cigarrillos.<br /><br />Como aquella promesa que guardo en mis pulmones, han habido muchas que aún siguen, a día de hoy, apolillándose en el armario de la enmienda. Algunas te las hice de forma solemne, como aquella mientras caminábamos hacia tu parada de autobús. Y otras, quizás la mayoría, con la boca pequeña del que se conoce y aun así se niega. No obstante todas, ten por seguro, las hice, las hago, pensando que un día me despertaré siendo el hombre perfecto que mereces tener a tu lado, la persona que siempre pueda arrancarte una sonrisa sin tenazas.<br /><br />Ya sabes lo que opino de mí. Hay parcelas por las que no apuesto ni un duro. Sin embargo, en estas dos mil y pico noches que no siempre hemos podido compartir, me ha quedado claro que soy alguien capaz de amar y de ser amado, que soy alguien por el que otro alguien piensa que merece la pena no hacerlo todo de la manera más fácil. En estos no sé cuantos miles de besos que nos hemos dado, me ha quedado claro que soy alguien al que otro alguien considera único e irrepetible. Y que mi vida ya, de no haber aparecido tú, seguramente sería la vida de alguien que no soy yo, de alguien que seguramente sería un poco peor persona.<br /><br />Así que prometo dejar de fumar, prometo quererme más a mi mismo, prometo tapar la pasta de dientes, prometo no ver el vaso medio vacío, prometo roncar menos, prometo no pasarme con la comida y también prometo no darte sustos escondiéndome en el pasillo. Mientras tenga tiempo a tu lado te prometeré mil cosas, y ten por seguro que no habrá ninguna que, tarde o temprano, no sea capaz de cumplir.<br /><br />No sé si la nuestra será una historia de amor eterno. Pero entretanto espero haberte dado siete años de felicidad.</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-88783874047609123002007-08-31T22:36:00.000+02:002007-08-31T22:43:58.898+02:00DESPEDIDA<div align="justify">Estoy sentando en un sofá en plena playa, rodeado de gente medio fumada medio feliz que escucha Max Romeo como una letanía, con los ojos entornados y expresión de placidez. He estado caminando casi una hora, así que he decidido pedirme un café y descansar un rato en este sitio perdido, dejar de pensar un poco antes de que anochezca.<br /><br />A mi lado se ha sentado una chica morena con muchas trencitas y un mojito que me mira de vez en cuando, pero que no habla. Su perro, un labrador negro y taciturno, se ha echado a mis pies vencido por su peso. Ambos son hermosos y lejanos. La corbata me molesta un poco, así que me la he aflojado aunque sigo con la chaqueta, que se ha acartonado por el levante y la arena. Debo parecer un caballero recién desembarcado, un Hernán Cortés perdido en el paraíso.<br /><br />Un chico delgado se me ha acercado y me ha pedido lumbre, y la chica de las trencitas le ha alargado el mechero. Luego han empezado a hablar despacio, sin demasiado entusiasmo, con palabras extrañas. Son de por ahí arriba, se les ve sorprendidos ante todo lo que les rodea. Ambos me miran de vez en cuando, ambos me miran, se miran y siguen hablando. Ninguno de los dos, sin embargo, dice nada.<br /><br />El sol va cayendo mientras el mar se tiñe de un color azul extraño. El levante sopla con fuerza y el mar, con la marea baja, parece una balsa de aceite sobre la que el sol flota como una vela. El labrador bosteza alargando su cuerpo lentamente. Apurando el café y colocándome la chaqueta como una capucha, he encendido un cigarro arrugado, un cigarro que me sabe a alquitrán y a sal, que me sabe a gloria pese a todo.<br /><br />La chica de las trencitas se ha acabado el mojito, así que se ha levantado y se ha ido con el chico delgado a la barra o, quien sabe, quizás tras las dunas a amarse en silencio. Su perro ni se ha inmutado. Debe haberse quedado dormido, así que yo también me he tendido a lo largo del sofá y he cerrado los ojos... Max Romeo me canta al oído, solemne, <em>I´m gonna put on an iron shirt and chase satan out of earth</em>. Y yo le respondo que yo también llevo una armadura, que yo también lucho con mis demonios en vano...<br /><br />He debido quedarme dormido, porque me han sobresaltado unos aplausos. Todo el chiringuito está aplaudiendo al sol, que acaba de ponerse como todos los días, naranja y verde, sin ceremonia. El perro también se ha despertado. Se va haciendo tarde, empiezo a tener frío y ganas de bañarme, también de nadar, de nadar mucho.</div><div align="justify"><br />Las risas se confunden con el viento y la noche. Al dirigirme hacia la orilla, libre ya de horarios y proyectos, el perro me ha dicho adiós buena suerte con la mirada.</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-79308017607141144912007-07-19T20:41:00.001+02:002007-07-19T20:45:40.896+02:00Amigos<br /><br />Siento tener el blog tan abandonado... Pero me siento y nada, no consigo escribir nada.<br /><br />Mi cabeza debe estar en obras. Disculpen las molestias.el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-47780900462244860312007-06-13T21:07:00.000+02:002007-06-13T21:39:44.986+02:00NO ME PONE TRISTE LA LLUVIA<div align="center"></div><div align="center"></div><div align="center"><span style="font-size:130%;">No me pone triste la lluvia<br />Sólo me nublan los paraguas,<br />la imposibilidad de los charcos<br />como recurso lúdico de urgencia.</span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="center"><br /><span style="font-size:130%;">Una vida impermeable </span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;">y el alma calada hasta los huesos.</span></div><div align="center"></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com17tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-46988255428440889432007-06-07T21:42:00.000+02:002007-06-07T21:51:49.676+02:00SIAMESES<div align="justify">Ayer me perdí a mi mismo. No me ato corto y pasa lo que pasa, al menor descuido ya no estoy conmigo y me quedo con cara de bobo, buscándome por las calles. Eso pasó ayer. Andaba caminando después del trabajo, sin pensar demasiado en el cansancio para no hacer del mismo un lastre insoportable hasta llegar a casa. Caminaba a pasos lentos, entreteniéndome mirando los escaparates y las turistas mientras yo iba a mi lado con gesto contrariado, como me pongo cuando sé que después del trabajo vamos directamente a casa, que no hay discusión que valga al respecto. Contrariado pero no resignado, con ese gesto de niño travieso cuando quiere parecer que no está ideando alguna trastada. Ahí está el verdadero problema, que no crezco. Porque mi yo no se resigna a que las cosas son como son, y que va conmigo como yo voy conmigo también, como siameses de telediario. Soy testarudo y, claro, en cuando bajo la guardia aprovecho para escaparme en silencio y sin avisar. Eso pasó ayer, que mi yo me hizo, que me hice a mi mismo, una pirula.<br /><br />Cuando miré a mi lado, ya no andaba conmigo. No sé si fue mientras miraba los libros del anticuario o mientras pensaba en la cena. Quizás fuera, ahora que lo pienso, mientras aquellos dos abuelos me preguntaban por no sé cual calle perdida. El caso es que cuando me pregunté si estaba cansado de andar, si quería que nos parásemos a tomar un refresco, ya no me encontraba a mi lado, y aunque ayer no fuese la primera vez que me fugo, me asusté al no verme porque no puedo evitar temer por mí mismo. Es cierto que al final nunca me pasa nada, que muchas veces cuando no me encuentro me voy solo a casa y al rato aparezco despreocupado, hablando de cualquier cosa para evitar los lógicos reproches que me hago por no hacerme caso. Pero ayer no pude dejar de pensar que me podía haber perdido para siempre, que mi vida estricta quizás me hubiera cansado, que quizás hubiera decidido andar por caminos separados consciente de que mis vidas no pueden armarse como las piezas del tente. Me asusté al considerar la posibilidad de no insistir en buscarme, de marcharme resignado a casa y una vez allí comprobar que pasaban días, o tal vez años, sin volver a verme en el sofá leyendo o gastándome bromas, o encargando una pizza cuando ya me he preparado una ensalada. Me aterrorizó la idea de vivir en un páramo gris grés, como tanta gente en tantos sitios.<br /><br />Estuve durante horas buscándome desesperado entre la muchedumbre, haciendo y deshaciendo el camino del trabajo a casa. Entrando en tiendas, en bares, recorriendo callejones y plazuelas por si acaso alguien me había visto por allí. Pero nadie sabía nada de mí, nadie me conocía ni podía siquiera reconocerme tal y como me estaba describiendo. Finalmente, aturdido, me senté en un banco de la plaza nueva, por si acaso el también me estuviese buscando. Anochecía. Las palomas huían a los tejados, la estatua del rey mutaba en sombras y yo solamente pensaba en que no podía volver a casa sin la certeza de haberme encontrado. Al rato, obnubilado con mis presagios, no reparé en que alguien se había sentado a mi lado, en que alguien me ofrecía un cigarrillo. Miré sin entusiasmo y descubrí que era yo.</div><div align="justify"><br />No me dije nada, tampoco me pedí disculpas. Fumamos despacio sin hablarnos y emprendimos la vuelta a casa. Las palomas ya dormían en los tejados y el rey había abdicado a favor de la noche. La masa se había dispersado y las tiendas y los bares comenzaba a hacer caja entre ruidos de cerrojos y platos. A través de calles solitarias, ambos caminábamos en silencio. Yo, contando derrumbado las farolas que nos guiaban por las calles. Mi yo, inquieto ante la posibilidad de haberme perdido con mi madurez, mis estrictas reglas y mis ensaladas.</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-51505006563879385572007-06-01T19:44:00.000+02:002007-06-01T21:32:48.641+02:00PFF<div align="justify">Cierto, vale, calidad y cantidad, conceptos contrapuestos, aunque si además de escribir poco lo que escribes carece de calidad literaria... Bueno, siempre queda el ejercitar un poco la mente, quién sabe, quizás a fuerza de esto esté descartando de mis futuras enfermedades la demencia senil. Además, Ángel, has estado ocupado, se entiende. Creo que lo ha dicho cuando me ha visto la cara que he puesto, porque aunque me da caña y sabe que la necesito también sabe que llevo bastante regular cualquier crítica que no provenga de mí mismo. Es un defecto, lo sé, pero ya tengo bastante con mirarme al espejo y además, es cierto que he estado bastante ocupado. Al menos así me lo suelo vender yo, y la verdad, me lo compro bastante barato. Es lo bueno que tiene justificarse ante uno mismo, como te lo haces en casa no tienes que comprar fuera los materiales. Barcelona de todas maneras es una ciudad que no me viene bien al alma porque me gusta demasiado, y creo que ese el motivo por el que llevo toda la semana un poco jodido, sin ganas de escribir. Y mira que estoy convencido de que es una ciudad en la que el diseño y la cultura son un poco artificiosos, como de parque temático maquinado para sorprender, pero es que por más que me lo digo vuelvo luego al sur, me siento a la mesa y no dejo de sentirme durante unos días un poco barroco, como del siglo XVII. Qué estupidez, ahora que lo pienso. Lo que realmente me jode es que tengo un relato largo a medio terminar que no sé cómo acabará. Acudir a la lectura es bueno en estos casos, me digo. Aunque en mi mesilla están Tokyo Blues y El mal de Montano, no sé cuál es mejor. Por lo que llevo leído, con uno me terminaré cortándome las venas y con el otro volviéndome loco de literatura. Ni una cosa ni otra se me apetecen. La primera mancha demasiado y la otra es lo único que me faltaba para dejar de escribir para siempre. Pero ha sido un regalazo lo del viaje a Barcelona por sorpresa. Me ha quitado las ganas de escribir esta semana, pero pronto hará el efecto rebote. Estoy seguro. Me lo vendo así y lo compró de inmediato. Al final, resulta otra buena justificación para no considerar que se me están acabando las oportunidades de mantenerles a la expectativa. Calidad y cantidad, literatura y ego, este blog terminará siendo, como no me lo curre, otro diario más de un gordo sentimental medio calvo, otro caso más del que quería ser guardia civil y acabó de portero de discoteca. Y qué coño me importará a mí, dirá más de uno. Cierto, vale. Me callo.</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-825819831339145812007-05-20T09:36:00.000+02:002007-05-20T12:40:54.508+02:00EL BUCLE<em><span style="font-size:85%;">Un parque solitario y dos amigos que se encuentran, muy tarde ya en la noche, cada noche.</span></em><br /><br />-¿Todavía sigues aquí?<br /><br />-Sí... Y creo que va para largo. ¿Y tú? ¿Por qué has vuelto?<br /><br />-No lo sé, no puedo evitarlo. No es algo consciente.<br /><br />-Ya, debió crearte algo así como un bucle en tu cerebro, ¿no?<br /><br />-¿Tu muerte? Puede ser, aunque tampoco éramos íntimos, quiero decir...<br /><br />-Sé lo que quieres decir. A mí me ocurre igual con el parque. Tampoco éramos íntimos y ya ves, resulta que éste parece ser mi purgatorio.<br /><br />-¿Y no puedes salir? ¿Lo has intentado?<br /><br />-Supongo que eres tú el que no has intentado sacarme de aquí. O más bien tus recuerdos.<br /><br />-No lo hago queriendo. En serio, si por mí fuera, te mandaba directo al cielo. Pero mis recuerdos de ti están asociados a este parque, a aquel sábado por la noche cuando Laura nos presentó.<br /><br />-Ya. Estamos los dos condenados. Yo a estar aquí y tú a venir a verme cada noche.<br /><br />-Seguro que cuando menos lo esperemos, todo esto se habrá acabado.<br /><br />-Eso espero... Aunque en ese caso, no sé adónde iré a parar yo.<br /><br />-Debes sentirte solo.<br /><br />-Sí, pero ¿Sabes?Al menos me han dejado una botella de ron. ¿Quieres una copa?<br /><br />-No, gracias. No suelo beber cuando sueño. Me da resaca.el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com12tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-62205371844695435782007-05-10T22:51:00.000+02:002007-05-10T23:34:49.010+02:00CIRCUNLOQUIOS<p align="justify">Apuró el ron mientras miraba al techo, borracho. Todos sus amigos se había ido y sólo quedaba él en el bar certificando la noche entre destellos de neón. El humo y el calor formaban nubes caprichosas contra las luces, y cientos de cuerpos apretados, sudorosos, borboteaban a su alrededor bailando. Pensó divertido que sobre aquellas cabezas crecía una borrasca de feromonas, dispuesta a descargar deseo. Un deseo que en su caso se encontraba abotargado por el alcohol y el tedio, pero que le impedía marcharse como si le atase los tobillos a la barra. Miró el reloj. Las cinco.<br /><br />Muy cerca suya, una muchacha fumaba impasible como quien espera un autobús cotidiano, aburrida y resignada, balanceando la cabeza al compás de la música de cuando en cuando. Mientras miraba a la puerta del local, pensaba taciturna que en cualquier momento alguien aparecería con una claqueta, gritaría “corten” y todo el mundo se esfumaría. De hecho quizás lo gritara ella, por si surtiera efecto. Querer y no querer, la teta y la sopa, la rabia y porqué no decirlo, las ganas de sexo la mantenían tensa y la hacían sentirse patética. Miró el reloj. La pila se había gastado.</p><p align="justify">Le preguntó la hora y luego si tenía condones. El resto, no serían más que suspiros e inventos, otro de los ya conocidos por ambos breves circunloquios de la soledad.</p><p align="justify"></p>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-57826518136903987522007-04-24T20:24:00.000+02:002007-04-24T20:31:51.881+02:00(sin título)<div align="center"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;">Proclama de felicidad:</span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"></span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;"><br>Cansados de hacer el amor </span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;">nos declaramos </span><span style="font-size:130%;">una guerra </span></div><div align="center"><span style="font-size:130%;">de almohadas.</span></div><div align="center"></div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-26709410979849420122007-04-17T22:51:00.000+02:002007-04-17T22:57:05.420+02:00COMPAÑEROS<div align="justify">Me hubiera gustado conocer a Cortázar, a Gil de Biedma, sin duda alguna también a Baroja o incluso a Borges pese a su famoso mal carácter. Sus textos me acompañan muchas veces y, en cierto sentido, configuran parte de mi carácter estético, de mi forma de entender la belleza y el horror de la vida. Soy de esos que aún no han comprendido que por ser buenos escritores no tenían porqué ser ni amables, ni interesantes, ni tan siquiera buenas personas. De hecho, alguna que otra biografía seria deja constancia de sus ajetreadas vidas y, sin embargo, no han conseguido convencerme del todo de que no hubieran sido magníficos compañeros de piso, de farra o de tertulia.<br /><br />Me pregunto si existe alguien que sólo me conozca por lo que escribo en estas páginas y me intriga, si así fuera, si ha tenido la tentación de imaginarme como persona. Yo lo hago constantemente con lo que leo por ahí, me es inevitable, y aunque debo confesar que no deja de ser una inquietud un tanto ególatra, me resultaría curioso entrar en el surrealista mundo de las terceras impresiones, esas que van más allá del contacto visual o sonoro, esas que se atreven a proyectar imágenes de los demás en mundos paralelos. ¿No os ha pasado nunca? Vas en el tren, ves a una persona, la oyes hablar con el revisor y de pronto te parece conocer ya toda su vida. La colocas, por arte de la magia, positiva o negativamente, en un universo paralelo prejuzgado en el que no obstante, todo tiene sentido. A todos nos han dicho alguna vez –antes de conocerte pensaba que eras de tal o cual manera- y a todos nos ha ocurrido lo contrario. ¿Pero qué dicen de nosotros las palabras que escribimos? <br /><br />Cuando leo mis textos no pocas veces he pensado que no he sabido expresar exactamente lo que quería decir y, sin embargo, luego ha llegado algún amigo y me ha comentado qué he dado en el clavo con una idea que ni se me había pasado por la cabeza. También me ha ocurrido que he necesitado sacar fuera algo completamente íntimo, lo he disfrazado de mil maneras para no sentirme desnudo, y luego ha llegado ese otro amigo entendiendo a la perfección qué he querido decir. La cuestión es que bastantes veces lo que uno escribe y lo que los demás entienden, así como lo que uno entiende y termina escribiendo, no es más que un azaroso cruce entre nuestros prejuicios y los de los demás, entre lo que uno quiere ser y lo que lo que lo demás quieren que uno sea. Un intento de mostrar un yo que nunca acaba de descubrirse y, en resumen, un fenómeno que pese a que pueda resultar frustrante, es absolutamente maravilloso.<br /><br />El post anterior iba de una pareja que no se entendía por mucho que hablasen. Y al respecto hay un refrán que dice que somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras. Pero contrariamente a lo que expresé en el post anterior, yo creo que es al revés. Nuestras palabras, acertadas o no, se hacen libres en la mente de los demás, y sólo el silencio, como el que calló las voces de aquellos irrepetibles autores de los que hablaba al comienzo, nos esclaviza y anula. Porque mientras haya una voz que hable, que se siente ante una mesa y lance su mensaje al mar de las interpretaciones, siempre queda la posibilidad de que alguien la oiga, la escuche, la transforme a su gusto...<br /><br />...y nos quiera como compañeros.</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-20991696024913978492007-04-12T19:10:00.000+02:002007-04-12T22:42:20.539+02:00ESPIRALES<div>¿Me quieres? <a href="http://4.bp.blogspot.com/_0Au2rfA5Srs/Rh6ZgTR6xOI/AAAAAAAAADA/yDDis5aqvoI/s1600-h/espiriras.jpg"><img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5052644612166567138" style="FLOAT: right; MARGIN: 0px 0px 10px 10px; CURSOR: hand" alt="" src="http://4.bp.blogspot.com/_0Au2rfA5Srs/Rh6ZgTR6xOI/AAAAAAAAADA/yDDis5aqvoI/s400/espiriras.jpg" border="0" /></a><br />-Te quiero <a href="http://3.bp.blogspot.com/_0Au2rfA5Srs/Rh5smDR6xNI/AAAAAAAAAC4/zhiNImP7qxo/s1600-h/espirals.jpg"></a><br />¿Cuánto?<br />-Mucho<br />¿Y qué significa mucho?<br />-Significa más que bastante<br />¿Bastante más que qué?<br />-Bastante más que poco<br />¿Poco? ¿Me quieres poco?<br />-No... Te quiero mucho.<br />Me quieres poco. Lo has dicho.<br />-Sólo he dicho bastante más que poco.<br />Pero me quieres poco, a fin de cuentas.<br />-A fin de cuentas, aquí estoy.<br />¿Ves? Ya no me quieres.<br />-Sí que te quiero... ¡Te quiero!<br />¿De verdad? ¿Me quieres?<br />-De verdad. Te quiero.<br />¿Cuánto me quieres?<br />-Mucho.<br />Vale.<br />-Bien.<br />¿Y qué significa querer?<br />-...</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-14765464280081092012007-03-29T19:01:00.000+02:002007-03-29T19:06:34.881+02:00PLAQUETAS<div align="justify">Todavía recuerdo aquel mail y la llamada de Carmen, angustiada. Un niño esperaba urgentes transferencias de plaquetas en nuestra ciudad y los padres, desesperados, habían mandado cientos, miles de mensajes pidiendo ayuda a través de Internet. Un poco raro que lo hagan por correo, le dije yo, a ver si no va a ser otro de esos correos basura. Pero Carmen tenía un pálpito, y los dos, plaquetas. Todavía recuerdo las llamadas a todos los demás, la dura negociación para lograr que su incredulidad inicial, como la mía, se transformara en acción. Lupe, Ana, Jaime, Antonio, César, todos dejamos lo que estábamos haciendo y seguimos el pálpito de Carmen. No pasó ni una hora cuando, a la puerta del Hospital, todos nos disponíamos a entregar nuestra sangre por aquel chico, por aquel mail pero, sobre todo, porque Carmen nos lo había pedido. Y todavía recuerdo la cara que se le quedó, roja de vergüenza, cuando nos dijeron, un poco con sorna, que ningún niño se estaba muriendo por falta de plaquetas. Que de ser así habría habido, como mínimo, setecientos médicos y enfermeras dispuestos a evitar el colapso, anuncios en la radio, coches por la ciudad pregonando la agonía. Que gracias, pero que no.<br /><br />Hoy me he cortado en la cocina, nada grave, no manden correos en mi auxilio. Pero cuando he visto mi dedo sangrando me he acordado de aquella historia. Del tiempo en el que todo era más sencillo y no había distancias, ni trabajo, ni compromisos. Los años en los que bastaba una llamada para tener al rato a alguien cerca. Y quizás sea una imagen simbólica, una ocurrencia sin más, otro recurso creativo. Pero he añorado el tiempo en el que todos éramos, para los otros, plaquetas.</div>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-9310457.post-22183590736720076452007-03-27T20:28:00.000+02:002007-03-27T20:38:30.595+02:00RECETA CASERA<p align="justify">Llegamos a casa, tiramos la corbata y la camisa al sofá, nos descalzamos, nos ponemos una sudadera raída y, sin quitarnos el pantalón del traje, nos dirigimos a la cocina.<br /><br />Elegimos una lata de cocido madrileño, la abrimos con cuidado de no manchar la encimera y la vertemos sobre un plato sopero, preferentemente. Disolvemos los grumos que puedan aparecer con un tenedor, procurando tirar el tocino a la basura si estamos a dieta, tapamos el plato de cocido con otro plato y, sin más preámbulos, introducimos el conjunto en el microondas durante tres minutos, a máxima potencia.<br /><br />Mientras esperamos, debemos disponemos la mesa con una cuchara, una cucharilla (para el postre), un par de servilletas y, si deseamos un entrante, un plato de aceitunas o un poco de queso. No deben faltar asimismo una lata de cerveza de sabor acorde con el cocido (evitaremos cerveza negra o cerveza limonada), y un nutritivo flan industrial de huevo o vainilla (al gusto). Cuando suene el microondas, retiramos el plato con cuidado de no quemarnos, echamos el plato-tapadera al fregadero, y tras llevar el cocido a la mesa, ya podemos decir que tenemos todo a punto para disfrutar de un suculento almuerzo. Acompañaremos el festín, si nos apetece, con las noticias o un poco de música.</p><p align="justify">Sugerencia de la casa: Si creemos que podemos romper a llorar durante la comida, tendremos a mano pañuelos de papel.</p>el que deambulahttp://www.blogger.com/profile/09788826676515570506noreply@blogger.com2