02 febrero 2007

EL ÚLTIMO AMIGO

Llamen a su memoria al último amigo que perdieron, llámenlo de inmediato. Pero no llamen ni al traidor ni al traicionado, no llamen a quien un claro desencuentro lo alejó de sus vidas. A fin de cuentas, si se analiza con frialdad, a ese amigo nunca le perderán en el recuerdo y su amistad es, en cierto modo y por difícil que pueda suponer, recuperable. Llamen a ese otro que jugando al escondite diario se marchó en silencio sin terminar la partida. A ese que al que, sin razón aparente, los teléfonos olvidaron. Llámenlo, nómbrenlo de inmediato en su memoria.

Puede que no sea fácil, que yerren a la primera. Es probable que hayan llamado a otra persona por equivocación. A alguien que, por la urgencia de este ejercicio que les planteo, consideren que fue su amigo y en realidad nunca lo fue. Discúlpenme entonces, no lo mencioné antes, es culpa mía. Al igual que no deben llamar ni a traidores ni a traicionados, no es cuestión tampoco de llamar a conocidos o a habituales. A los primeros nos lo impone la propia vida, se conoce a tanta gente al cabo de tan pocos años que es difícil e incluso desaconsejable trabar amistad con todos. En cuanto a los segundos, los habituales, estos vienen impuestos por otros amigos. Y la amistad, salvo excepciones, no sigue secuencias lógicas de afinidad. Los amigos de mis amigos pueden ser soportables, interesantes, divertidos, entrañables. Pero raras veces alcanzan, por antigüedad, el mismo estatus de los originarios. En cualquier caso, tras mi disculpa, hay que reconocer que no es fácil encontrar a esa persona. Si hacemos una criba rigurosa de amigos y conocidos, ésta deja en pie a muy pocos y estos, afortunadamente, nunca suelen andar demasiado lejos.

No obstante, si pese a todo lo dicho ya tienen en mente al último amigo que perdieron, a ese amigo de verdad que se marchó entre el silencio de los cláxones y la luz de las chimeneas, mucho me temo que también se han equivocado. Que no han dado exactamente con la persona buscada. Les he tendido una trampa o mejor dicho, la vida nos la ha tendido a todos. Una trampa clara y concisa, en la primera línea, que seguramente algunos de ustedes no hayan podido evitar. Y es que el último amigo es el último en sentido estricto... De su marcha aún no tenemos conciencia, su muerte fraternal aún no se nos ha comunicado. Forma parte todavía de nuestro más íntimo inventario, aquel que repasamos cuando hablamos orgullosos a los demás de nuestro patrimonio de fotos y anécdotas. Pero ese amigo ya anda escondido en medio de la partida diaria. Ya forma parte del pasado de nuestras confesiones.

El último amigo perdido aún no nos viene con dolor a la memoria. Pero ya marcha, silencioso, por el limbo de las excusas.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

MAMMA MIA

V.

el que deambula dijo...

Maleta...

Cada vez más criptica con tus comentarios...

Bsos

Anónimo dijo...

Emocionada, impresionada, maravillada, encantada, me descubro una vez más ante Usted.

V.

(Mejor así, ¿verdad?)

el que deambula dijo...

Mucho mejor.

Aunque de tanto descubrirnos el uno ante el otro podemos coger frio.

Muchas gracias, ma, sabes cuánto lo agradezco.

BSS

Anónimo dijo...

Lo que hacen los paseos sobre la palabra. Las palabras visten a los pensamientos, y no siempre se tienen claros, incluso tendiéndolos al sol. Últimamente le estoy dando muchas vueltas a cosas como el texto de hoy. Será que nos hacemos mayores y en el fondo, nos vamos sintiendo más solos, no sé.
Pero reconforta.
Abrazotes