11 septiembre 2006

ELOGIO DEL TURISTA

Supongo que no habrás reparado en mí, aunque las mujeres siempre simuláis mejor todo. En cualquier caso, tú acabas de llegar y seguro que estarás recibiendo demasiada información como para captar que te estoy estudiando. Eres Alemana, y por tanto te pido disculpas porque lo primero que he hecho al ver tu diccionario es imaginarte con un uniforme de la segunda guerra mundial. Es mitad prejuicio y mitad fetichismo puro, lo confieso. Pero en mi descargo, seguro tú te imaginabas a los españoles con el de campesino recién llegado a Frankfurt en los setenta, así que en cuestión de ideas absurdas estamos empatados.

Debes tener veintidós años. De tener menos no estarías sola en este tren y, de tener más, te acompañaría un Hans de metro noventa, deportista y con nociones de español. Tienes suerte de saber que estás haciendo lo que sólo se puede hacer durante pocos años en la vida. Viajar solo y por placer. A mí no me gusta viajar, o quizás sí, pero me provoca pavor la idea de tener que estar atado a una guía durante varios días. Reconozco que al final termino haciéndolo e incluso disfrutándolo, para qué mentirte, pero por asepsia procuro que quien viene conmigo tenga claro que seré un lastre, uno de esos tipos que prefiere una cerveza a ver dos monumentos de segunda.

Andas absorta viendo el paisaje, ojeando la guía de vez en cuando y haciendo y rehaciendo tu coleta rubia. Debes sentirte entre tanta gente morena extraña y preciosa, segura de gustar. Pero obvias que a mí por lo menos me resultas más atractiva por tu condición de turista que como mujer. Entiéndeme, los turistas me provocáis un sentimiento paternalista, de ternura. Dejáis por unos días vuestra cotidianidad, abandonáis vuestra piel de perro urbanita apaleado y os sumergís, con una gorra, una guía y una cámara digital, en la inocencia del que desea aprender todo como si fuera un niño. Me maravilla verlo en los demás, pero confieso que me asusta verme de esa guisa.

Supongo que tendrás una casa como cualquier otra, en un barrio cualquiera de una ciudad cualquiera de tu país. Unos padres como todos los padres, unos amigos que para ti serán los mejores como para mí son los míos. Puede que incluso tengas un Hans o un Otto que te esté rondando, todavía con granos de adolescente. Seguro que tendrás complejos, anhelos y frustraciones, y probablemente en tu país serás como cualquier otra joven de tu país. Pero disfruta del momento, muchacha. Aquí, en este tren, eres la guiri, y por tanto eres única, inocente y preciosa.

Cuando te vayas recordarás este primer tren recién llegada a Andalucía, los campos amarillentos, el cielo azul como un tapete, mucha gente morena con cara de pocos amigos. Y yo sin embargo te olvidaré casi por completo cuando pasen unas horas. Es curioso, lo que para ti será excepcional, para mí será otro domingo más de agosto. Porque aquí no soy ni único ni inocente, mucho menos precioso. Aquí soy tan sólo otro perro urbanita apaleado que, eso sí, disfruta como un niño coleccionando personajes.

3 comentarios:

ana dijo...

Grande, grande, grande...

Anónimo dijo...

Mi favorito!!!!!!! Gracias.

Patanasa

Anónimo dijo...

A ese tren tuyo sube gente de lo mas peculiar, a ver si me invitas un día...besos