15 agosto 2006

DÍAS DE RESACA

Mmm, me apetecería un zumo de naranja recién exprimido, pero dudo que el servicio no se haya tomado en serio el día libre que les di ayer con la euforia y la borrachera. Hacen como que son tontos, pero las pillan al vuelo los muy cabrones. En fin, aguantaré la fatiga, me daré una ducha y acudiré al Richmond, el único hotel de esta puta ciudad donde te sirven un buen desayuno sea la hora que sea.

Fijándome bien ahora, la chica que está tumbada en mi cama boca abajo merece otro buen polvo. No sé quién la invitó ni como acabó aquí, pero no hay duda de que por muy ciego que esté siempre soy capaz de elegir un buen culo. Veo sin embargo su ropa tirada por el suelo y me parece tan vulgar que estoy por echarla de mi casa sin invitarla a desayunar. Pero bueno, en lugar de eso, la despierto y le digo que se vista, que nos vamos por ahí. No me acuerdo del nombre... ¿Sara? ¿Marcela? Ella me da un beso y creo que se está haciendo ilusiones, cómo debe gustarle el dinero a esta tipa.

Mientras se despereza agarro su bolso y, como me temía, tiene una cámara de fotos llena de imágenes de los dos follando. He decidido no montar un pollo, tengo resaca y además, es más divertido pensar la cara que pondrá cuando llegue a su piso cutre de las afueras y vea que no tiene una puta foto que vender a las revistas. Cuando ocurra su única esperanza se centrará en un posible embarazo, y ni me quiero imaginar la cara que pondrá cuando le venga la regla. Hice bien en seguir el consejo de Jorge, una vasectomía, que además es reversible, y fuera problemas.

En el salón de abajo ya no queda nadie. Se lo dije bien claro al servicio, no quiero despertarme y ver a gente pululando por mi casa y robándome cosas. Veo que han hecho bien el trabajo echando a todos antes de las cinco. Todo está un poco sucio, es normal, pero en general, no parece que hubiera ayer doscientas personas en mi casa. Y es que tengo que empezar a limitar el número y la clase de los invitados. Si no, dentro de poco seguro que me ofrecen hacer los anuncios esos de bombones.

Marcela o Sara se ha vestido y creo que ya se ha dado cuenta de que le he borrado las fotos. Baja un poco seria pero tratando de ocultar el disgusto. Yo, sin embargo, sigo desnudo y, como me duele mucho la cabeza, decido llamar al Richmond y pedirles que me traigan el desayuno a casa. Me permito pedir por los dos, a fin de cuentas seguro que le parecerá maravilloso sea lo que sea. Zumos, café, bollos y un par de botellas de agua mineral, saben quien soy en el hotel y ni se cuestionan que no hacen nunca servicios a domicilio.

Mientras mi amiga se enciende un cigarrillo, seguramente pensando qué opciones le quedan para pegarse la vidorra a mi costa, observo que algo del solarium no me encaja. Hay como más luz. Me acerco y observo que el techo de cristal está roto. Un haz de luz entra iluminando la piscina y, teatralmente, también a un tipo que está flotando boca abajo. Por su ropa parece un invitado. La verdad, ni me cuestiono cómo coño se ha caído el muy patoso. Odio los días de resaca. Tengo una gorrona en mi salón y a un desconocido flotando en mi piscina. Podría pensar opciones más sofisticadas, lo sé, pero me duele demasiado la cabeza. Así que tendré que estropearle el día a Mario, mi colombiano de confianza en el servicio.

Tendré que darme prisa antes de que llegue el desayuno. En fin, menos mal que nunca me acordaré bien de su nombre... ¿Era Marcela, Sara...?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

en el fondo molas las resacas, no?, después piensan en ellas y te ríes, por supuestos después de echarle otro polvo a la... ¿cómo se llamaba? y de limpiar los rincones de cadáveres...

0coma5 dijo...

Un buen desayuno que se precie siempre tiene que haber mostachones de Utrera. ;)