21 marzo 2006

PIECES OF...

Menos mal que he visto esta oreja, si no, el viaje en tren sería bastante aburrido. Hacer cada día el mismo trayecto sería insoportable de no descubrir, como hoy, que una oreja excepcional viaja en mi mismo vagón.

Una oreja femenina, sin duda. Y eso que no todas las de mujer lo son necesariamente, hay orejas que son sexualmente independientes de sus propietarios, las hay incluso que son asexuadas. Pero esta es una oreja femenina y de mujer, lo sé porque aunque el asiento de delante no me deja ver nada, intuyo una coleta por encima del tapete de RENFE.

Es también una oreja de clase media, un poco encorsetada en su entorno. Podría equivocarme, pero creo que la perla que la hiere y afea es propia de la burguesía. Con todo, me alegra intuir que parece resistirse a las imposiciones porque, aunque aguanta estoicamente el aguijón que la atraviesa, leves tonos rosáceos alrededor del agujero parecen revelar que de vez en cuando la oreja protesta contra la pesada carga de los pendientes.

También es una oreja bella. No hay lunares que la ensombrezcan, ni caprichos en la curvatura del cartílago. Tampoco hay, porque de haberlo no estaría observándola, rastro alguno de cerumen o vello. No quiere decir esto que no haya orejas cuyo carácter lo determinen precisamente esas imperfecciones. Ni que dejen de ser del todo atractivas por eso. Pero esta oreja, comparándola con las del resto del vagón, la verdad, es simplemente perfecta.

Es desde luego la clásica oreja de la que cualquier hombre se enamoraría. De hecho, me ha parecido que el revisor se ha quedado mirándola con avidez mientras le picaba el billete a su dueña. Y no es que el trayecto en tren me vaya a permitir coger confianza con ella, pero me he sentido celoso, no sé, creo que nadie la querría tanto como yo.

Aunque no sé con certeza si oye o no, es la oreja ideal para susurrar palabras bonitas, incluso, para llegado el momento, susurrar ideas picantes. Lo es también para poder observar, en plena apoteosis del amor, cómo se colorea y adquiere tonos malvas. Es una oreja femenina, coqueta, pero salvaje.

Qué pena que dure tan poco el trayecto, si no, me sentaba al lado de ella. Me colocaría enfrente con cualquier excusa y, con aire desinteresado, entablaría conversación. Aunque una oreja no habla, utilizaría a su dueña como catalizadora de sus emociones. No sé si es posible, pero me gustaría pensar que, al rato de escucharme, tomaría el control de su anfitriona y hablaría por sí misma.

Y es que estoy convencido que su dueña no me interesa. Aunque sólo veo de ella la coleta que se intuye por encima del tapete de RENFE, una persona que es capaz de llevar un pendiente en una oreja tan excepcional, la verdad, no merece mi respeto. Aunque no es la única. La mayor parte de la gente se deprimiría si no tuviese oreja, pero por contra no es capaz de sentirse dichosa de tener una que roce la perfección, qué mundo éste.

Una lástima que la oreja ideal lleve pareja a una persona que seguramente no es la ideal. Así es mi vida, me enamoro siempre de partes de personas, y luego no soy capaz de asumir el conjunto. Si es guapa, porque no es inteligente, si es ambas cosas, porque tiene miopía. Si ve como un águila, porque tiene el pelo demasiado seco, si tiene una melena de valquiria, porque no le gusta la literatura. Sé que soy un poco raro, pero no me puedo enamorar del todo si detecto que existe una parte mejor por ahí suelta.

Helena con sus ojos, el pelo de Lidia, la nariz de Susana, el sarcasmo de Vanesa, la inteligencia de Silvia, la fogosidad de María y las orejas de esta desconocida, serían mi amor verdadero, aunque puede que, por más que busque, nunca encuentre a nadie que reúna una proporción aceptable de partes perfectas.

Pero por soñar, que no quede. Hago cada día el mismo trayecto, observando el mismo paisaje, camino del mismo trabajo... No estoy seguro, pero creo que en el fondo, si me gusta tanto esa oreja es porque, después de todo, ella significa que todavía quedan en mi vida grandes pequeños tesoros por descubrir.

Para Laura.

3 comentarios:

ana dijo...

Sublime! Todos, partes, trozos y tesoros...

Anónimo dijo...

“Estoy asombrado del mundo en el que vivo. Un lugar ilimitado, misterioso, maravilloso y peligroso. Un lugar donde se pueden dar todo tipo de posibilidades”.
(Mark Bryan).
Ante mi último día, me quedo leyendo esto. :P
Sigue así.

Anónimo dijo...

Una especie de creación de Frankenstein perfecta y a gusto del consumidor. Minimalismo más allá del individuo...