21 diciembre 2005

ANDRÉS GUTIÉRREZ, MI ÁNGEL DE LA GUARDA.

Cuando Andrés Gutiérrez me reveló que era mi ángel de la guarda, tuve claro hasta qué punto deseaba evitar que yo acabase en la cama con Laura. De no ser así jamás me lo hubiera dicho, porque en casi cinco años de amistad mantuvo el secreto hasta en los momentos más delicados, como cuando descubrí que no tenía familia o que no dormía nunca. Incluso cuando lo acorralaba con mis sospechas, cada vez más fundadas, lograba salvar la situación sin tener que confesarme su naturaleza divina.

Cualquier que oyera a su mejor amigo decir –Tengo que contarte algo... soy tu ángel de la guarda- no lo hubiera tomado en serio. Estábamos en una fiesta, habíamos bebido mucho ron y aunque la frase era original, no hubiera pasado por ser una más de las tonterías que pueden llegar a decirse borracho. Sin embargo mis sospechas anteriores, unidas al hecho de que Laura se me había insinuado claramente en la cocina, me hicieron comprender que Andrés veía en aquella confesión su última oportunidad para evitar que yo cayese en el pecado. No es que no hubiera estado antes con chicas, pero Laura tenía algo que incomodaba especialmente a mi amigo, quien, de cualquier forma, nunca había visto con buenos ojos mis escarceos sentimentales.

Para mi ángel, ahora puedo decirlo así, sólo existía un amor verdadero que llegaría cuando yo tuviese veintisiete años, ni uno más ni uno menos. Así estaba escrito, proclamaba, y así debía ser. Por tanto, según él, cualquier chica que se cruzase en mi camino antes sólo era, en el mejor de los casos, una inútil pérdida de tiempo. Y Hasta entonces debió ver así mis relaciones, porque aunque se oponía formalmente a ellas, no parecían preocuparle en exceso, conocedor de que más temprano que tarde llegarían a su fin.

Sin embargo con Laura había sido diferente. Ya desde el primer momento percibí que sus intentos de romper cualquier posible relación con ella iban a ser más agresivos, quizás porque nunca antes me había oído hablar así de una mujer. Inteligente, guapa, escultural, irónica, liberal, Andrés debió entender que Laura iba a ser un verdadero obstáculo para el amor verdadero. Empezó a mostrar sus ya tradicionales reticencias antes de conocerla, pero cuando los presenté, tuve claro que jamás congeniarían, porque aunque estaba seguro de que ella no iba a ser de su agrado, me sorprendió descubrir que para Laura, mi amigo era un misógino pedante que la miraba por encima del hombro.

Por eso en la fiesta, tres días después de que se conocieran y tras haber escuchado de los dos todo tipo de descalificaciones hacia el otro, ni siquiera se saludaron. Eso sí, como si estuvieran librando una batalla silenciosa, ambos intentaron acaparar mi atención para separarme del otro. Andrés no me dejaba solo un momento, procuraba que no bebiera demasiado rápido y desviaba mi atención de Laura cada vez que me descubría mirándola. Ella, por su parte, captaba mi atención con miradas lascivas y dejaba notar con sus gestos, con su contoneo al pasar delante de nosotros, que estaba dispuesta a dar todo por llevarme a su cama. Aprovechando un despiste de Andrés, que había salido al balcón a fumarse un cigarrillo, confirmó sus insinuaciones. Mientras echábamos hielo a nuestras copas, me invitó a acabar la fiesta en su piso y yo, que para entonces tenía claro que Laura era la mujer que más había deseado en mi vida, sólo pude asentir con nerviosismo, nublado por su belleza.

-Tengo que contarte algo... soy tu ángel de la guarda- fue la última frase que Andrés me concedió. Sobraba cualquier otro argumento para evitar que me marchase con ella. Si nunca lo había dicho hasta entonces era porque ninguna otra mujer como Laura era tan peligrosa para sus fines, y porque sabía que era la única persona por la que yo estaría dispuesto a renunciar a él. Sin embargo, la noticia de su verdadera naturaleza, lejos de alegrarme, me decepcionó profundamente. Lo que yo creía una sincera amistad había sido en realidad una farsa, una tiránica decisión divina. Todos los momentos que habíamos vivido juntos se me antojaron entonces artificiales, preparados con la experiencia que dan siglos de trabajo. Borracho como estaba, sentí que me había traicionado y que Laura era tan sólo una pobre chica a la que él había discriminado por ser diferente a las demás. Mareado y excitado, lo único que pude decirle era que se marchara de mi vida para siempre.

Ahora que Laura duerme desnuda a mi lado, feliz de su conquista mientras murmura extrañas palabras, sonidos ininteligibles para cualquier ser humano, entiendo por qué Dios me envió a Andrés todos estos años. Trataba de evitar, con su mejor agente, que me precipitara al abismo, pero ha fallado. Mientras observo en el techo una lámina del San Jorge de Rafael, pienso que echaré de menos a Andrés Gutiérrez, mi pobre ángel de la guarda. Teniendo en cuenta que acabo de hacerle el amor al mismísimo demonio, mucho me temo que no volveré a verlo nunca.


Para mis ángeles de la guarda, los amigos que velan por mis textos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta frase se la he puesto a una amiga en su blog esta misma tarde: Quitas las ganas de escribir a cualquiera, es una perdida de tiempo cuando se te puede leer a ti.

Un abrazo, pisha

Anónimo dijo...

:)
El problema de Dios es que nunca habla claro verdad? Podía haber avisado claramente.

ana dijo...

Ángel de la guarda, dulce compañía, no dejes de escribir ni de noche ni de día...
Te sales, niño! Besos.

Anónimo dijo...

me cacho!!!! ana me sacó erl comentario de los dedos...
ejem!!! ya me descubriste, malvado!!! y yo que me cuido de guardar mis cuernos y mi tridente!
es lo que tenemos las lauras...somos unos demonios.
muy bueno!!!!!!
laura (y a Andrés dile que seguirá perdiendo batallas, mientras existan mujeres llamadas como yo)

Anónimo dijo...

Por qué me identifico con muchos textos qué escribes? Va a ser que el demonio no se llama únicamente Laura, sino que tiene muchos otros nombres más de mujer.
Genial, para variar!

Nos vemos en unos dias!!! El abrazo te lo doy en persona!

Vic dijo...

Estuve paseando por tu blog y me encantó. Este relato en especial. Voy a volver seguido por aquí...

Sonicya dijo...

Yo tambien tengo mi angel de la guarda, pero siempre termino eligiendo a demonios... :-)
Me ha gustado tu blog...amenazo con volver.
Saludos.

Angelitos de la guarda dijo...

El problema no es que Dios no hable claro, sino que muchos no entendemos su mensaje