30 agosto 2005

GRITOS

Altísimos muros de hormigón gris manley que emergen de la hierba como si nacieran en el centro de la tierra y murieran por encima de los árboles, de las nubes esponjosas, casi a la altura de un sol que brilla y no brilla con una luz amarillo pobre. Negros de humo negro de leña sucia los tejados de terraza, como picos imposibles de escalar, como flechas señalando al cielo buscando jueces o culpables de tanto dolor y tan pronto conocido. Ventanas desproporcionadamente estrechas, como dos poros abiertos en la inmensidad de un cuerpo fuerte, violento, de boxeador enfadado, por las que apenas si los días más radiantes entra un rato de luz y se marcha luego, asfixiada de penumbra. Y una sola salida a la quejumbrosa estructura, la de la puerta marrón miedo que la separa del colegio o del supermercado u otros sitios azul claro donde hay ángeles protectores, gentes desconocidas que sin saberlo evitan el sufrimiento fuera de aquel presidio llamado casa, fuera de aquel íntimo templo maldito donde el enemigo duerme cerca y comete sus crímenes invisibles a la sociedad.


Así, sin que nadie lo advirtiera pero a gritos en silencio, es como un niño maltratado dibujó su casa en el colegio.

2 comentarios:

ana dijo...

La angustia hecha palabra...
Me quito el sombrero, querido amigo.

el que deambula dijo...

Gracias, me ponéis colorado. Hay cosas que se escriben con la rabia y la indignación. Yo ví uno de esos dibujos. Besos a las dos.