31 diciembre 2005

Feliz año nuevo


Dicen que las palabras se las lleva el viento... Nunca pude imaginar que mis palabras pudieran llegar a la Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Portugal... Gracias a los que desde tan lejos han recogido las botellas que he ido tirando al mar y también a los que me ayudaron a soltarlas, los que están cada día en mi vida, compañeros de viaje, agua en el camino.
...Puede que las palabras se las lleve el viento, pero nunca pensé que yo pudiera volar con ellas.


Feliz año nuevo, a volar.
...
¿Os venís conmigo?

23 diciembre 2005

NONADAS #9

(madrugada, encuentro sorprendente en una sala de estar)


-¿Papá Noel?

-Jojojó, esto... Buenas noches, ¿Qué tal está?

-Muy bien, gracias, aunque me temo que se ha equivocado, yo soy de los reyes magos...

-Ya... Pero les han dado la jubilación anticipada, por eso me han enviado a mí, ¿sabe?

-¿Jubilación anticipada?

-...Sí, han reducido plantilla y bueno, ahora yo soy el que se encarga de todo.

-De todas maneras, estamos en el mes de marzo... ¿Qué le trae aquí en primavera?

(Noel saca una guadaña del saco)

-Verá, es que también han prejubilado a la muerte...

-No es posible... ¿Entonces usted viene a...?

-Esto es muy embarazoso...

-Dios mío, es terrible... No sé, nunca pensé que la muerte pudiera llegar así...

-Ni yo tampoco, la verdad... Es tarde, si me permite...



FELIZ NAVIDAD A TODOS.

21 diciembre 2005

ANDRÉS GUTIÉRREZ, MI ÁNGEL DE LA GUARDA.

Cuando Andrés Gutiérrez me reveló que era mi ángel de la guarda, tuve claro hasta qué punto deseaba evitar que yo acabase en la cama con Laura. De no ser así jamás me lo hubiera dicho, porque en casi cinco años de amistad mantuvo el secreto hasta en los momentos más delicados, como cuando descubrí que no tenía familia o que no dormía nunca. Incluso cuando lo acorralaba con mis sospechas, cada vez más fundadas, lograba salvar la situación sin tener que confesarme su naturaleza divina.

Cualquier que oyera a su mejor amigo decir –Tengo que contarte algo... soy tu ángel de la guarda- no lo hubiera tomado en serio. Estábamos en una fiesta, habíamos bebido mucho ron y aunque la frase era original, no hubiera pasado por ser una más de las tonterías que pueden llegar a decirse borracho. Sin embargo mis sospechas anteriores, unidas al hecho de que Laura se me había insinuado claramente en la cocina, me hicieron comprender que Andrés veía en aquella confesión su última oportunidad para evitar que yo cayese en el pecado. No es que no hubiera estado antes con chicas, pero Laura tenía algo que incomodaba especialmente a mi amigo, quien, de cualquier forma, nunca había visto con buenos ojos mis escarceos sentimentales.

Para mi ángel, ahora puedo decirlo así, sólo existía un amor verdadero que llegaría cuando yo tuviese veintisiete años, ni uno más ni uno menos. Así estaba escrito, proclamaba, y así debía ser. Por tanto, según él, cualquier chica que se cruzase en mi camino antes sólo era, en el mejor de los casos, una inútil pérdida de tiempo. Y Hasta entonces debió ver así mis relaciones, porque aunque se oponía formalmente a ellas, no parecían preocuparle en exceso, conocedor de que más temprano que tarde llegarían a su fin.

Sin embargo con Laura había sido diferente. Ya desde el primer momento percibí que sus intentos de romper cualquier posible relación con ella iban a ser más agresivos, quizás porque nunca antes me había oído hablar así de una mujer. Inteligente, guapa, escultural, irónica, liberal, Andrés debió entender que Laura iba a ser un verdadero obstáculo para el amor verdadero. Empezó a mostrar sus ya tradicionales reticencias antes de conocerla, pero cuando los presenté, tuve claro que jamás congeniarían, porque aunque estaba seguro de que ella no iba a ser de su agrado, me sorprendió descubrir que para Laura, mi amigo era un misógino pedante que la miraba por encima del hombro.

Por eso en la fiesta, tres días después de que se conocieran y tras haber escuchado de los dos todo tipo de descalificaciones hacia el otro, ni siquiera se saludaron. Eso sí, como si estuvieran librando una batalla silenciosa, ambos intentaron acaparar mi atención para separarme del otro. Andrés no me dejaba solo un momento, procuraba que no bebiera demasiado rápido y desviaba mi atención de Laura cada vez que me descubría mirándola. Ella, por su parte, captaba mi atención con miradas lascivas y dejaba notar con sus gestos, con su contoneo al pasar delante de nosotros, que estaba dispuesta a dar todo por llevarme a su cama. Aprovechando un despiste de Andrés, que había salido al balcón a fumarse un cigarrillo, confirmó sus insinuaciones. Mientras echábamos hielo a nuestras copas, me invitó a acabar la fiesta en su piso y yo, que para entonces tenía claro que Laura era la mujer que más había deseado en mi vida, sólo pude asentir con nerviosismo, nublado por su belleza.

-Tengo que contarte algo... soy tu ángel de la guarda- fue la última frase que Andrés me concedió. Sobraba cualquier otro argumento para evitar que me marchase con ella. Si nunca lo había dicho hasta entonces era porque ninguna otra mujer como Laura era tan peligrosa para sus fines, y porque sabía que era la única persona por la que yo estaría dispuesto a renunciar a él. Sin embargo, la noticia de su verdadera naturaleza, lejos de alegrarme, me decepcionó profundamente. Lo que yo creía una sincera amistad había sido en realidad una farsa, una tiránica decisión divina. Todos los momentos que habíamos vivido juntos se me antojaron entonces artificiales, preparados con la experiencia que dan siglos de trabajo. Borracho como estaba, sentí que me había traicionado y que Laura era tan sólo una pobre chica a la que él había discriminado por ser diferente a las demás. Mareado y excitado, lo único que pude decirle era que se marchara de mi vida para siempre.

Ahora que Laura duerme desnuda a mi lado, feliz de su conquista mientras murmura extrañas palabras, sonidos ininteligibles para cualquier ser humano, entiendo por qué Dios me envió a Andrés todos estos años. Trataba de evitar, con su mejor agente, que me precipitara al abismo, pero ha fallado. Mientras observo en el techo una lámina del San Jorge de Rafael, pienso que echaré de menos a Andrés Gutiérrez, mi pobre ángel de la guarda. Teniendo en cuenta que acabo de hacerle el amor al mismísimo demonio, mucho me temo que no volveré a verlo nunca.


Para mis ángeles de la guarda, los amigos que velan por mis textos.

12 diciembre 2005

PERFECTO

Para la prensa fue otro suceso más relacionado con el butano. Tres muertos por una explosión en una vieja casa del centro, de madrugada: Dos varones de mediana edad aún sin identificar y la inquilina, una anciana de ochenta años viuda y sin hijos.

Para Notorio y El Chufla era otro trabajillo más. Sencillo, bien pagado y con escaso riesgo de acabar en la cárcel. Deshacerse de un inquilino de renta antigua sólo puede hacerse de tres maneras: Esperando a que se muera, indemnizándolo para que se marche o simplemente asustándolo. Cada vez eran más los propietarios que, por razones prácticas, se decantaban por lo último. Una anciana sola e impresionable, un par de sustos de madrugada y cincuenta mil pesetas. Un encargo tan inmoral como la miseria que los llevó a aceptarlo.

Para Pilar, un final no deseado pero al menos elegido. Podía ser vieja, pero no estaba senil, y sabía que después de su última conversación con el propietario Don Agustín no se iba a resignar a esperar su muerte. La última propuesta había sido un millón de pesetas, a ver adónde iba ella con ese dinero y además, porqué tenía que irse de allí, de su almacén de recuerdos. De aquí no me voy hasta que me muera, Don Agustín, le había dicho, y aunque no le gustaba la idea de hacerlo antes de tiempo, prefería morir con dignidad a consumirse en un asilo. Por eso colocó como pudo la bombona junto a su butaca y dejó encima de la mesa un mechero. A fin de cuentas, pensó fríamente, lo más probable es que estuviera en el salón cuando vinieran a echarla. Como un soldado rodeado por el enemigo, atrincherada con sus recuerdos, su único consuelo fue pensar que quizás también acudiría el dueño.

Pero él dormía plácidamente cuando lo llamaron los bomberos y no se sorprendió cuando le contaron lo ocurrido, conocía bien el genio de la vieja. Mientras se vestía, ensayando un gesto de gravedad ante el espejo, pensó que se había ahorrado hasta las cincuenta mil pesetas. Para Don Agustín, sin duda alguna, el plan había sido perfecto.

06 diciembre 2005

NONADAS #8

No hay crema que las alivie
aunque el tiempo las encoge.
Yo también tuve una vez,

en el corazón, amorroides.

04 diciembre 2005

EN EL BOTE DE CRISTAL

Cuco debe pensar que anoche estaba celoso porque él tenía plan en casa de Chano y yo no, pero lo cierto es que no me encontraba bien. Apenas llegué a la fiesta no sé, sentí que no estaba en el lugar adecuado, como si estuviera metido en un bote de cristal, igual que debe sentirse un niño burbuja rodeado de gente con chinchetas. Por eso empecé a beber como un cosaco, cuando tengo esa sensación a veces se me pasa después del tercer o cuarto cubata. Pero ayer el tratamiento de roncitos forte no surtió el efecto deseado, entre otras cosas gracias a Javier, el amigo de Chano de la biblioteca, que sin ser consciente de ello, fue el que terminó de cerrar el bote de cristal y extraer el poco aire que quedaba dentro.

La culpa en realidad no fue suya, él no sabía que me había presentado al Concurso Internacional de Relatos del Ayuntamiento. Fui yo el que tuvo la genial idea de, en vez de beber en silencio para calmar la ansiedad, preguntarle si sabía algo de las deliberaciones del jurado del que él formaba parte, no sé a razón de qué méritos personales. El caso es que él tampoco se limitó, como hubiera agradecido, a darme una información escueta sobre qué relatos estaban en la pugna final por las pelas del premio, sino que se dedicó a despedazar uno a uno todos los relatos que había leído, guardando el mío para el final como colofón y ejemplo de mediocridad.

Vale que por mi parte era un poco presuntuoso presentarme a ese certamen, pero yo tampoco sabía que sólo se habían recibido medio centenar de relatos de autores (se suponía) bastante conocidos. Si lo llego a saber, ni de coña me presento, sobre todo después de que el mierda me contara que no sólo no pasó la primera criba, sino que lo guardaron los del jurado para, en su primera reunión conjunta, criticar con ese espíritu de estoy-por-encima-del-bien-y-el-mal tan propio de este tipo de gente la falta de pudor de algunas personas que se presentan a los concursos literarios sin tener ni puta idea de escribir.

Javier me contaba todo esto como una gracia, sacando a relucir las incoherencias e imperfecciones formales de mi historia y confiándomelas como dando por supuesto que yo era mucho mejor escritor que el pobre desgraciado de “Tiempo de nueces”. Pero ahí no acabó la humillación. Mientras el aire salía inexorable del bote de cristal en el que me sentía aprisionado, Javier me confesó que tenía la firme idea de averiguar quién era el desgraciado que se ocultaba bajo el pseudónimo de “Hugo Isbert”. Demasiado para mí, los muertos del sistema de plicas.

Por eso me fui sin despedirme de nadie, excepto de Chano y Cuco, el primero demasiado borracho y el segundo demasiado cachondo. Me hubiera ido directamente a casa, pero sabía que si lo hacía no iba a dormir en toda la noche dándole vueltas al relato, golpeándome como una mosca contra el cristal de mis inseguridades. Necesitaba un contrapunto. Por eso me fui al Charming con la esperanza de encontrar a Sara, tiritando y con la mirada fija como si me acabara de bajar de una patera en Bolonia. Pero no estaba allí. Seguramente me había estado esperando hasta que decidió pasar la noche con otro pobre infeliz. Me bebí otro cubata más, intentando analizar hasta qué punto escribir relatos no era más que otra de las corazas con las que aparentaba ante el mundo ser alguien equilibrado e interesante. Creo que hasta me saltaron las lágrimas, pero puede que sólo fuera por el efecto de We are the pigs de Suede. Después de todo, cualquier cosa que pienso mientras estoy en el bote de cristal parece aumentado por una lupa colosal.

Al llegar a casa, encontré como siempre a mi padre viendo los dibujos animados, algo que me suele entristecer muchísimo pero que ayer sin embargo me pareció el único salvavidas al que poder aferrarme. Verlo tan ensimismado y feliz delante del televisor me tranquilizó, me hizo sentirme protegido. Me eché un vaso de leche, me puse el pijama y me quedé con él viendo El Capitán Harlock hasta que mi madre me despertó haciendo ruido en la cocina, preparando el desayuno.

03 diciembre 2005

A JAVIER... Te la debía.

(...tenía algo, tío, tenía algo)

01 diciembre 2005

SIN RETORNO

La furgoneta descansa a unos metros de la autovía. Huele a bostezo y duermevela, y el motor supira vencido por las horas como un mastín viejo. Llevamos cientos de kilómetros en dirección al norte, aunque aún no hemos decidido qué haremos cuando el sol nos sorprenda en el horizonte, cuando la larga autovía empiece a ofrecernos alternativas de destino. Sólo sabemos que no volveremos en mucho tiempo, que ni siquiera lo haremos juntos. Cada uno elegirá un lugar para quedarse y el último se hará cargo de la furgoneta, como compensación por las molestias de saberse solo en los últimos kilómetros.


Aún seguimos los que empezamos el viaje, pero en cada parada, como el alcohol en las noches de fiesta, nos vamos emborrachando de nuestros propios fantasmas en silencio. Sin lugar a la despedida, porque todo está ya dicho, tengo la sensación de llevar varias horas viajando solo junto a difuntos desconocidos. Es noche cerrada, un reptil que se desliza torpemente vigilándonos, envolviéndonos como si quisiera asfixiarnos o darnos abrigo. Curioso, también la oscuridad, como nuestras almas, parece debatirse entre el miedo y el misticismo.


Para escuchar: "Paris, Texas", de Ry Cooder.

29 noviembre 2005

NONADAS #7

(aula de la facultad. El profesor pasa lista.)

¿Juan Gómez?
-presente

Miguel Sánchez
-presente

Andrés Bumio
-presente

Luis Torres
-presente

...Sr. Torres... Usted no está aquí presente.
-¿Qué?

Que no puede contestar. No debe contestar. Usted no está aquí.
-¿A qué se refiere?.

Usted es pasado, no pertenece a nuestro presente.
-....

Mire, sigo mencionando su nombre cada mañana porque nos hace más llevadero todo.
-¿Todo el qué?

Sr. Torres, aunque se lo explicara no lo entendería, así que limítese a estar callado cuando le nombre.

26 noviembre 2005

UN AÑO DE DEAMBULATORIO


Aunque me hubiera gustado celebrar por todo lo alto este año en la red, ya sabéis que he estado ausente por motivos de salud y lo que es peor, que aún necesitaré un par de meses para poder recuperarme del todo. Pese a esto, y con las dificultades que plantea estar sentado tras la más que generosa extirpación de parte de mi tejido sacro, es el momento de no dilatar más la vuelta a este blog que, por los motivos que a continuación os doy, está siendo tan importante para mí.

A todos los que nos mueve el deseo irrefrenable de expresar escribiendo, y sé que muchos de los que leéis estas páginas lo sentís igual que yo, se nos plantean siempre etapas en las que, por diferentes motivos, esta necesidad se aparca de una forma más o menos inconsciente. Normalmente estos motivos suelen estar agrupados bajo la tan políticamente correcta “falta de tiempo”. Pero en mi caso he descubierto, gracias a Deambulatorio y a vosotros, que por encima de esta engañosa justificación estaban mi vanidad y una pueril concepción del oficio de escribir.

El compromiso de tener siempre algo nuevo que colgar en el blog me ha permitido caer en la cuenta de que, por un lado, había olvidado por completo que éste es un oficio que requiere trabajo y cuya destreza depende más de las horas que de la inspiración (de la que tampoco reniego, no me malinterpretéis). Vuestras visitas y vuestros comentarios me han permitido, por otro lado, comprender que había olvidado valorar el proceso de creación por encima de los resultados de ésta. Me había obsesionado con publicar sin tener en cuenta que una obra editada debe ser la consecuencia lógica de un buen proceso de creación, y no la causa ni mucho menos el fin del mismo.

Así, este blog nació inicialmente como excusa para comprometerme a escribir y de paso satisfacer una pequeña parte de esta tonta vanidad de la que os hablaba. Pero me ha dado mucho más de lo que yo esperaba. Deambulatorio se ha convertido en un medio de libre expresión de mi proceso de aprendizaje, al que he dotado de seriedad y creo que he desnudado de exhibicionismo. Y algo más importante aún,
en un espacio de encuentro con otras personas que comparten esta labor, autores de los que me siento orgulloso de poder aprender y a los que respeto por encima de las reseñas y los premios literarios.

Gracias por todo y a todos. Vuelve Deambulatorio.

Javier Benito, Aitor Aguirre, Estrella García, Ana Pérez, Miguel Ángel Argüez, Juan Antonio Bermúdez, Iván Mariscal, Carlos Beaumont, Violeta García, Antonio Alcón, Marian Peciña, tú, Rocío, que me soportas cada día, vosotros, amigos anónimos a los que espero conocer pronto.

25 octubre 2005

NONADAS #6

(Un quirófano. Un móvil sonando)


-¿Sí?

-¡Hola Manolo! Soy yo, Rubén, ¿qué tal estás?

-Rubén, qué sorpresa hombre, pues nada, aquí en quirófano…

-¿En quirófano?

-Sí, aquí estoy con unos señores, operándome.

-Vaya, entonces será mejor que te llame en otro momento ¿no?

-No te preocupes, hombre, si no es nada, creo que ya están terminando…

-¿Y de qué te están operando? ¿Un quiste?

-No, qué va, macho, un triple bypass coronario. Ya sabes, el tabaco…

-Joder, es que fumas mucho, Manolo, mira que te lo he dicho veces…

-Ya, jeje, bueno, el caso es que aquí estoy.

-Oye… ¿Y con anestesia local un triple bypass?

-No, hombre, no seas burro, con anestesia general, entubado y todo que estoy.

-¿Entubado? ¿Y cómo es que estás hablando conmigo por teléfono?

-Eso digo yo, qué hago yo hablando contigo por teléfono. Además, ahora que lo pienso… ¿Tú no estabas muerto, Rubén?

24 octubre 2005

MIRAR PARA VER.


Mirar a lo lejos
a veces es lo único que te permite ver de cerca.
Distinguirte a ti mismo de tus palabras y de la niebla.


Playa de Conil (Cádiz), sábado tarde.

20 octubre 2005

MARIO HURTADO Y LA FORMACIÓN AL LÍMITE.

La Escuela de Conductores de Autobuses Stopiani iba de mal en peor hasta que entraron en la empresa Mario Hurtado y su idea de la formación al límite. En los años previos al desarrollo de Sta. Eulalia, como nadie tenía coche propio, cientos de autobuses cruzaban abarrotados el país de norte a sur, y casi todos sus conductores se formaban en la academia de Beto Stopiani, que ajeno al lento despegar de la economía patria, disfrutaba de las ganancias sin pensar en el futuro. Hasta que sólo quedó de su empresa el octogenario profesor de teoría, un instructor borrachín y medio sordo, un sórdido local con cochera y dos autobuses. Ni siquiera la competencia, por pena, le intentaba arrebatar los pocos alumnos que aún tenía.

Sumido en tristes meditaciones, Beto dejaba morir al negocio entre vasos de anís y partidas de dominó con sus compañeros. Hasta que apareció Mario Hurtado, un joven licenciado que le pidió trabajo prometiéndole que no sólo salvaría su negocio, sino que además daría empleo a más gente del barrio mediante La formación al límite. Una transgresora idea que expuso con cartulinas a la plantilla entre las carcajadas del instructor, la siesta del profesor de teoría y la resignación de Beto Stopiani, que pensó que a fin de cuentas, si el negocio se iba a pique, por lo menos que fuera con savia nueva. Como el joven licenciado aceptó no cobrar los primeros meses, quedó contratado de inmediato. Y con él medio barrio, al que se le prometió pagar el sueldo y los atrasos en cuanto se consiguiese hacer resurgir a la Escuela.

Pero no hizo falta esperar demasiado para poder poner al corriente las deudas de la empresa. De hecho, a los tres meses ya todos los empleados cobraban regularmente sus salarios y al año, era tanta la demanda que Beto se tuvo que plantear seriamente comprar más autobuses y contratar más personal. La formación al límite no sólo le permitió disfrutar a él y sus compañeros de una vejez sin excesos pero con holgura, sino que además permitió a mucha gente del barrio salir de la exclusión laboral. La Escuela de Conductores de Autobuses Stopiani es la envidia del país porque en ninguna otra uno aprende a conducir con pasajeros de verdad: Una gorda antipática que te pide hojas de reclamaciones a cada mínimo fallo, un ciego que se tropieza continuamente y que además escupe en el suelo, dos pequeños salvajes, un borracho, un abuelo que se queda dormido al final del trayecto… En definitiva, en ningún otro centro se puede aprender, además de a conducir, a tener paciencia y don de gentes.

Mario Hurtado, aquel joven licenciado que salvó el negocio con su revolucionaria idea, desapareció un día sin despedirse de nadie. Y lo más extraño, cuando Beto lo buscó desesperadamente, comprobó que no figuraba nadie con tal nombre ni en la Universidad de Sta. Eulalia ni en ningún otro censo del país.

16 octubre 2005

NONADAS #5

(dormitorio, cuatro de la mañana, alarido más súbito despertar ante la visión de un hombre a los pies de la cama).


- ¿Quién coño es usted? ¿Qué hace en mi cuarto?

- ¿Y usted quién es? ¿Qué hace usted en mi cama?

- ¡Ésta es mi cama!

-Disculpe, es la mía, estoy seguro. Debo estar soñando que usted está en mi cama. ¡Lárguese! ¡Tengo sueño!

- ¿Pero cómo va usted a estar soñando? Seré yo en todo caso, que para eso soy el que está acostado en ella, ¿no? . ¡Váyase inmediatamente!

-No, no, está usted equivocado… Observe la mesilla de noche, por favor.

-¿Qué le pasa a mi mesilla?

-Que la foto que tiene usted ahí es la mía…

-(extrañado) Debe ser parte del sueño… Por favor, mañana tengo que levantarme temprano… Váyase…

-No, no, soy yo el que tiene que madrugar y usted el que se tiene que ir. A ver, ¿Dónde compró usted la mesilla? ¿Tiene el ticket de compra?

-(agobiado) Mmm, no lo recuerdo, debió ser algún regalo, o quizás no…

-(yéndose al salón y volviendo con una factura) Mire, pues yo sí la tengo, me acuerdo perfectamente de dónde la compré y además, está usted vestido de traje y corbata. ¿No sé da cuenta que no es lógico estar acostado de esa guisa?

-(horrorizado) Pues no es nada lógico, la verdad… Dios mío… ¿Entonces soy yo su sueño? Pero si yo estaba acostado, yo…

-Nada, lo siento mucho, pero ya ha visto que no existe, se tiene que marchar…

-(confundido y atemorizado) ¿Y qué hago yo ahora? ¿Adónde voy? Hace frío…

-No tengo ni idea, pero no puedo perder más tiempo, tengo que dormir…. Ah, y cierre la puerta bien al salir.

Imagen original: Google images.

13 octubre 2005

MORIR, NACER, VIVIR.

Fallecí a los ochenta años en la localidad costera de Villasís, donde me retiré con mi hija Irene cinco años antes, al fallecer mi esposa Paula. Me había jubilado de gerente del Departamento de Investigación de Legajos de la Biblioteca Central de Ríos de Santa Eulalia, donde había conseguido la plaza tras acabar mis estudios de Historia Medieval. Un trabajo lo suficientemente tranquilo y de jornada flexible que me permitió atender con esmero a mi familia y a mi pequeño huerto, mis dos pasiones aparte de los libros. Pasaba las tardes con un ojo en las gardenias y otro en Irene, que al contrario que las primeras, iba menguando en inteligencia y tamaño, perdiendo agilidad física y mental, apartándose de nuestro mundo sin remedio. Hasta que un buen día nació tras nueve meses de agonía, dejó de llamarse Irene y nos sumió a mí y a mi antes esposa, ahora novia Paula en la más absoluta desolación… Tuvimos un noviazgo triste que fue perdiendo intensidad y caricias. Y como las desgracias nunca vienen solas, un día en la Universidad Nacional mi amor desapareció entre los desconocidos del campus, y me encontré solo en la capital, olvidando mis estudios. Al poco de ocurrir esto la única opción posible fue volver a Rubias, mi pueblo, con mis padres, a cursar bachillerato. Sin Historia Medieval, sin sus libros, sin flores como Irene y Paula sólo me quedaron la agilidad y las gamberradas en una pequeña clase junto a mis viejos amigos, jóvenes a punto de ser niños como yo. Con ellos paso mis últimas tardes soleadas en el río o en los pinares, mientras desmembramos el uso de razón, mientras nuestras charlas se diluyen y nuestros juegos se simplifican y empobrecen.

Concluye mi camino en este pueblo de montaña, hecho para la infancia y sus desdichas de pañal, biberón y babas. Su capilla, la fuente en la pequeña plaza, mi madre y sus gachas, mi padre y sus cuentos al calor del fuego, son las últimas pertenencias que me quedan en espera del fatal nacimiento. Un alumbramiento que llegará cuando menos lo esperemos todos, tras haber perdido mi vida y mi nombre, todo aquello que un día fui.
Mis agradecimientos a E. y A.

11 octubre 2005

ÉXODO

Intentamos a duras penas retirar cadáveres de las orillas con excavadoras y grúas hidráulicas mientras, en el otro lado del estrecho, hace días que los servicios de rescate marítimo y el ejército han preferido posponer la limpieza del mar al reforzamiento de las barreras que delimitan la frontera. Una tarea que se antoja inútil ante la noticia de que, al menos un millón de hombres, mujeres y niños, organizados y decididos al objetivo de llegar a Europa, llevan semanas cruzando el Sáhara y se encuentran ya a unos pocos cientos de kilómetros de Ceuta.

Hace días que a este lado del estrecho tampoco damos abasto. Somos ya efectivos de cinco países los que tratamos de desalojar el mar de restos humanos nauseabundos pero que no han podido ser asimilados por las corrientes y los peces. La población civil, por razones de salud pública, no puede sumarse a nuestras labores, y sólo puede permanecer horrorizada ante la visión de sus playas llenas de cadáveres que apenas si dejan navegar entre ellos a las lanchas de rescate. El tráfico marítimo está prohibido desde hace semanas por el riesgo de extender la marea humana flotante a otros países del mediterráneo, y todos nuestros esfuerzos parecen inútiles ante un fenómeno que, entre lo inexplicable y lo macabro, desborda todos los escenarios catastrofistas jamás imaginados.

Desde hace dos meses, que empezaron las apariciones masivas de restos humanos en el mar, el número de muertos no sólo no ha descendido, sino que se ha multiplicado exponencialmente. Estimamos que hemos recogido cerca del millón de cadáveres, y por cada nuevo cuerpo que consigue ser rescatado, surgen cinco más, como si existiese una capa de varios metros de profundidad de carne agolpada, una siniestra marea que al principio pensamos podía deberse a varios naufragios espectaculares de barcos con inmigrantes ilegales, pero que la mera lógica nos impone como un hecho carente de toda explicación. Parece como si intentásemos vaciar el mar con dedales o llenar un cubo de nubes, y el dolor físico, las náuseas y la depresión hacen mella en nosotros a cada golpe de mar.

En los breves descansos que nos concedemos cada cuatro horas de penoso trabajo observamos el horizonte con pánico e incredulidad. Y mientras el olor nauseabundo logra vencer a las mascarillas y los trajes de un solo uso que utilizamos para prevenir epidemias, no podemos evitar pensar que debemos estar asistiendo al cumplimiento de alguna profecía de dimensiones bíblicas. Como si este mar, incapaz de abrirse en dos como en el libro del Éxodo para permitir el paso de los millones de seres humanos hambrientos que esperan cruzarlo en busca de pan y justicia, hubiera preferido hacer salir a sus muertos para establecer un puente entre la inanición y las despensas, un fogonazo de realidad mística para este “primer” mundo ciego a la infamia durante décadas.


(Basado en una viñeta de “El Roto” de hace años)

07 octubre 2005

EL GUETO DE LOS ADANES

La vida no es fácil en el gueto de los adanes. Cada vez nos permiten a menos hombres salir de él para ir a nuestros trabajos, y la pobre economía interna que surgió a raíz de nuestro confinamiento se tambalea por la escasa afluencia de alimentos y materias primas. Vivimos hasta doce hombres en cada vivienda y éstas, construidas por módulos prefabricados de ínfima calidad, van poco a poco deteriorándose por las lluvias y la falta de una higiene que se hace difícil con el racionamiento de agua y electricidad. A veces nos reunimos en uno de los yermos solares que se extienden entre los bloques y el resto de la ciudad y, al calor de las hogueras, intentamos analizar como si todo fuera un juego qué nos ha conducido a esta situación. Sin duda, son hechos que determinarán cambios irreversibles en la evolución humana, aunque hace no tantos años nos parecieron tan sólo descubrimientos curiosos y movimientos ideológicos perecederos, cosas sin demasiada importancia para ver en los últimos cinco minutos de las noticias.

Estamos de acuerdo en que uno de estos hechos cruciales se produjo con las conclusiones de la Bioquímico Dra. Frances Viladrau. Tras años de investigación, consiguió demostrar empíricamente que era el calcio que portaba el espermatozoide, y no el espermatozoide en sí, el que permitía al óvulo convertirse en embrión. Nadie pudo achacárselo a ella, pero poco tiempo después, según supimos por Internet, una sociedad secreta de mujeres científicas anunció el nacimiento de la primera niña nacida de una mujer y una aportación de calcio, la primera mujer libre de herencia biológica masculina. La repulsa global que generó este hecho pareció paralizar por algún tiempo las consecuencias terribles que podían derivarse de las tesis de Viladrau, pero no pudo borrar la certeza de que el hombre, como tal, no era un agente crucial y sine-qua-non del proceso de creación de vida humana.

Otro de los hechos en los que todos coincidimos como punto de inicio del proceso de nuestra extinción es la Teoría de la Evolución Dispar de Sexos de la antropóloga Dra. Wai Gwong, que desde Tailandia refutó el edificio de barro que había construido Darwin. Tras el análisis comparativo de los restos óseos de homo sapiens machos y hembras desde los primeros ejemplares hallados hasta individuos fallecidos en el siglo XIX, la Dra. Gwong demostró una evolución desigual de ambos sexos en la que, sin duda alguna, la mujer aventajaba claramente al hombre, dotado de un ciclo evolutivo imperfecto y retardado. También aquella teoría levantó ampollas en la masculina élite científica del momento, pero en general a nadie le pareció que dichas conclusiones pudieran ser más trascendentes que la de los estudios que probaron una mayor resistencia al dolor de la mujer respecto del hombre o una mayor esperanza de vida. En definitiva, ningún hombre de a pie sobre la tierra pareció verlo más allá del sonrojo de sabernos aún más inferiores.

Y es que, evidentemente, todos estamos de acuerdo en señalar ahora que esas tesis científicas y otras que surgieron por el estilo (como la teoría feminista-revisionista de la historia de Marta Müller) no fueron sino fermento del necesario movimiento social que gesta toda revolución, el combustible que todo motor necesita para poder funcionar. Y este motor, o el primero de una serie de motores que empezaría a funcionar en nuestra contra, fue el movimiento WOMA, que con una fuerza sólo equiparable a la que supuso el marxismo en la Europa decimonónica, logró que sus tesis segregacionistas, (la principal de las cuales situaba al hombre como lastre al saludable desarrollo de las civilizaciones) calaran en todos los estratos de la sociedad. Como una ola de fuego irrefutable, pues se basaba en rotundos descubrimientos como los de Gwong, Viladrau, Müller y otras tantas autoras, no tardaron en llegar a la mayor parte de los gobiernos de Europa leyes que no sólo regularon sólidamente, sino también instauraron como lógico, sano, ético y acorde a derecho el monomaternalismo, esto es, el comienzo del fin de la pareja hombre-mujer como común amparo de la procreación, la agonía del primero como factor necesario en la historia. Pronto, junto con el descenso implacable del nacimiento de varones, los que quedábamos empezamos a ser mal vistos por innecesarios, y el engranaje jurídico, ya dominado por el orden matriarcal, comenzó a tejer una red de leyes y reglamentos conducentes a nuestra represión y confinamiento en territorios sólo para hombres, sitios donde no pudiésemos enturbiar el nuevo renacer de la humanidad.

A veces, al calor de las hogueras, los más viejos restamos importancia a nuestro destino contándonos anécdotas de cuando hombres y mujeres sosteníamos frívolas discusiones de género. Nos hace gracia recordar cómo no hace demasiado tiempo, limábamos nuestras históricas desigualdades en un sutil juego de cesiones en el que reconocimiento de la necesaria coexistencia hacía de barra de equilibrio entre el orden y el desastre. Al amparo de los ponchos y el licor de cebolla que destilamos con viejas cacerolas y tubos oxidados, tratamos de disimular el trágico fin que nos espera. Pero nadie puede negar en la soledad de su catre, mientras las goteras calan hasta la memoria, que llegará el momento en que sólo tengamos sitio en museos y zoológicos, lugares donde la nueva humanidad nos coloque donde quizás en el fondo nos corresponde desde hace siglos: Junto a otros escalones inferiores de la evolución.

30 septiembre 2005

NONADAS #4

(Onírico casino)

-Cuatro…. Mmm es poco cuatro. Pido carta.

-El señor pide carta… Cinco y media.

-Cinco y media… ¿Qué me dan con cinco y media?

-Déjeme consultar el catálogo. Ah, sí: Una casa, un trabajo, comida en la nevera y un susurro en la noche, de vez en cuando.

-Pues no esta nada mal… Déjeme pensar…Pues sí, mire, me planto, cinco y media está bien, me planto.

-El señor se ha plantado. Por favor, firme aquí.

(folio con tres copias, papel de calca y membrete gris)

-Un momento… ¿Hay letra pequeña?

-Pues sí, hay letra pequeña. Leo: Con cinco y media tendrá una casa, un trabajo, comida en la nevera y un susurro en la noche (leo la letra pequeña) recordándole, de vez en cuando, que pudo haber sacado seis.

-Vaya, pero con cino y media está bien, ¿no cree?

-(el groupier se encoge de hombros)

-Bueno, vale, Y con seis, ¿Qué me dan?

-(de memoria) La tranquilidad de no haberse plantado con cinco y media.

-Claro, la tranquilidad… Pues déme otra carta, qué coño, estoy en racha.

-El señor pide carta… Esto...

-Ocho…

-Me temo que sí, señor... Lo siento mucho, ha sacado ocho.

-(con lágrimas en los ojos) Ocho...

-No se preocupe, señor... No tiene que firmar nada, ya lo hago yo.

28 septiembre 2005

NONADAS #3

(firma de libros en unos grandes almacenes)

-Eh, hola… Encantado ¿eh? Qué ilusión tenerla tan cerca, de verdad…

-Hola, el gusto es mío (risa forzada, pluma preparada, dedicatoria clásica).

-¿Me puede firmar aquí…? Es que me hace una ilusión, me he tomado hasta el día libre para poder verle en persona, me he leído todos sus libros y…

-(atónito) Disculpe… eso es billete de cincuenta euros.… ¿Cómo quiere que le firme ahí? Esto es una firma de mi última novela, joven.

-Ya… Me va a disculpar la licencia, pero me pareció más original aquí. Es que pienso que esto es lo que mejor representa su obra…

-Esto… ¡Seguridad, por favor!… llévenselo de aquí.

27 septiembre 2005

MAJOR CUCO

Aunque la gente piensa que soy virgen, hace años que no lo soy. Ni siquiera Alberto lo sospecha, de hecho creo que sería devastador para su ego comprobar que su mejor amigo (al que supone una solterona de las de antes) lo hizo por primera vez un par de años antes que él. El caso es que no se lo conté a nadie entonces, y conforme fui escuchando a mis amigos publicar estúpidamente una hazaña tan natural como, por ser la primera vez, casi siempre desastrosa, decidí crearme la fama de virgen irrefutable para alimentar la concepción de tío raro (maricón, pajillero, integrista, boquerón) que siempre me ha acompañado. Rollo Britney Sprears, supongo, marketing personal a lo siniestro.

Es una posición difícil la mía, no obstante. De hecho cuando me he despertado al lado de Susana, no sé, he tenido la tentación de contárselo a todo el mundo, sobre todo por la casi total ausencia de esfuerzo por mi parte, David Bowie aparte. Susana comenzó un férreo interrogatorio aenas empezamos a charlar. Fue tal la variedad e intensidad del mismo, que ni siquiera me di cuenta cuando Alberto se fue. Al parecer se despidió de mí, eso dijo Susana, pero supongo que andaba demasiado concentrado en no suspender mi particular exámen. Notaba la espalda sudorosa y la mente a cien por hora buscando argumentos razonables a cada una de mis respuestas. Algo así como si estuviera en un proceso de selección de la Agencia Espacial Europea. Tal era la presión que llegó un momento (creo que cuando me preguntó si la circuncisión me parecía maltrato infantil) que se lo tuve que soltar:

-Tía, Susana, cojones, para ya, que parezco el Mayor Tom.-

Y fue como resumir en una entrevista de trabajo que eres soltero, que no tienes familia, que estás dispuesto a la movilidad geográfica absoluta y que cobrar horas extras es de enemigo del crecimiento económico. No sé qué extraño mecanismo activé en su mente, pero el caso es que Susana se quedó callada de repente, se levantó como un resorte y obligó a Chano a ponerle la canción. Tampoco yo sé que mecanismo activa Major Tom en mí, pero el caso es que ponerla a todo volumen saca de mí al triunfito que todos llevamos dentro. Es como tocarle las palmas a un bailaor borracho.

Todos nos miraban un poco flipados. Un tipo de uno noventa y largos vestido de luto y una manceba treintañera con cara de inquisidora cantando a dúo I´m floating in the most particular way es un poco kitch, pero ni siquiera nosotros podíamos controlarlo. Estábamos sumidos en el P.F.E.V.B. ( Proceso de Fusión Emocional Vía Bowie) y de ahí a la cama y a fundar una familia hay muy pocos pasos, todo el mundo lo sabe. De todas maneras, yo ya tenía la convicción de que esa noche era mi noche, y quizás por eso ni esperé a que se diera el momento propicio. Terminamos la canción y tras los pocos aplausos que recibimos, la cogí de la mano y nos fuimos a su casa.

Ahora la observo dormida y ya digo, me entran ganas de secuestrar la emisora de radio local y hacer un comunicado a lo año setenta y cinco: Españoles, Cuco ha chingado. Pero tengo mis dudas al respecto. Mi espíritu de falso virgen me reporta ciertas satisfacciones. Ví un brillo de tensa morbosidad en sus ojos cuando le dije con tono afectado y profundo: -Verás, Susana, tengo algo que contarte… Yo es nunca he estado con una chica…- Supongo que algún día le contaré la verdad.

Que mi cohete ya ha ido y vuelto al espacio unas cuantas veces.
Imagen: Google images.

25 septiembre 2005

CHANOPARTY

Nada más premonitorio que Whole Lotta Love de Led Zeppellin dándonos la bienvenida al piso de Chano, que es algo así como el tío Iturrioz que Alberto y yo nunca hemos tenido. Treinta y nueve años de soltería militante, fue nuestro profesor de literatura en el Instituto, aunque lleva como dos años alternando la asistencia al trabajo y las bajas por depresión. Según nos cuenta riéndose con un porro en la boca, comprobar que Max Estrella le parece a los adolescentes de hoy un personaje hortera y previsible le sume en los más negros augurios sobre la cultura ibérica. Obviamente la depresión es una excusa para poder escribir sin tener que pedir excedencia y por tanto, sin tener que renunciar al sueldo de funcionario. Su matemático cálculo de las bajas para evitar pasar por un tribunal médico que lo pudiera declarar incapaz y sus años de actor de teatro en Barcelona hacen de él una máquina de chupar la sangre al sistema público. No obstante es un buen tipo. Después de todo, nos invita siempre a sus fiestas, aunque nunca hemos sabido del todo porqué.

Hay menos gente de lo habitual, seremos unas diez o quince personas, algunos conocidos ya de otras ocasiones y otros completos desconocidos, gente que aparece y desaparece de la vida esa o.n.g. andante que es Chano. Alberto apenas ha llegado ha empezado a beber como si se fuera a acabar el mundo. Algo debe preocuparle, aunque charle animadamente con Javier, uno de los amigos de Chano y empleado de la biblioteca municipal. Yo en cambio me siento hoy ligeramente abstemio, y aprovecho la breve tregua a mi hígado para repasar las estanterías de discos de Chano, que para mí es un pequeño y curioso museo de la música del siglo XX, ya que tiene discos prácticamente de todos los estilos y décadas y además los tiene clasificados por estados de ánimo y estaciones, clasificación a todas luces subjetiva pero interesante, porque jamás pensaría que alguien pudiera calificar de "Música Sexy" Perfect day de Lou Reed.

En esas estoy, pensando seriamente en la posibilidad de secuestrarle algún disco sin que lo note, cuando alguien se coloca detrás mía y me dice –Anda, pero si es el sacalenguas-. Me giro como si me hubieran adivinado las ideas y ostia puta, veo que es la chica del Charming. Tras el ligero mareo y el lógico deseo de ser tragado por la tierra, sólo acierto a decir –Necesito una ginebra-, y me quedó temblando cuando veo que la tipa va a la cocina y vuelve con un gin-lemon en una jarra de cerveza, cóctel explosivo presentado ante mí con un –Me llamo Susana, ¿y tú?- que se me antoja de anuncio de Martini. Sin duda tengo que tener la misma cara de gilipollas del botones que se encuentra con el loro, porque en vez de decirle mi nombre habitual (Cuco) me sorprendo diciéndole que me llamo José María.

Susana es manceba en una farmacia del centro, y el tipo que la acompañaba el otro día en el bar era, afortunadamente, su hermano, que estaba pasando por una mala racha y por eso estaba dándole la vara. Tiene unos cuantos años más que yo y la voz más grave de lo que es habitual en una chica. El pelo, muy corto, no hace sino resaltarle una cara peculiar pero bonita, con una boca, nariz y ojos más grandes de lo que hubiera considerado Buonarotti canon de belleza femenina pero armónicamente situados, de tal manera que ni parece un loro ni un buzón de correos. Castaños, sus ojos están examinando cada poro de mi cara, lo que me hace lamentar no haber pasado la itv a las posibles espinillas antes de salir de casa. No obstante, no parece que haya encontrado algo demasiado desagradable hasta el momento porque, aunque me confiesa que ha tenido algún que otro escarceo con Chano, parece sólo interesada en interrogarme. Me siento como si estuviera jugando al buscaminas con ella, aunque me voy creciendo a base de ginebra.

Alberto de vez en cuando se me queda mirando sonriendo, aunque a mí no puede ocultarme la profunda tristeza que tienen sus ojos. Hay veces que este chico me da miedo. Sin embargo hoy no puedo atenderte como mereces, queridísimo amigo. Led Zeppellin ya presagió que la noche estaba de mi lado.

Otros episodios relacionados (orden cronológico): Botellón, 6.AM., Cocodrilos, Trainscadding, Momentos para siempre, Morir en paz

23 septiembre 2005

NONADAS #2

Lleva en su cartera
una nave espacial vieja,
henchida por los años
y en su mitad podrida:

El condón milenario.

Latex fuerte su corazón
Esperando el resurgir.



Nota aclaratoria: Bajo el título "Nonadas" iré publicando estas gamberradas escritas que, como tales, os pido que no las tengáis demasiado en cuenta. Son idas sin venida de mi pobre cabeza. BESOS A TODOS.

22 septiembre 2005

BULERÍA

"Yo he visto un hombre morir
con un puñal en el costao
sin querer decir el nombre
del hombre que lo ha matao"


(anónimo)

21 septiembre 2005

EL BUCLE

Cuando entró en aquel lugar espeluznante, uno de los terribles campos de concentración de la segunda guerra mundial, sintió una extraña familiaridad, una sensación que le había acompañado desde que cruzó la frontera con Alemania, una inhóspita certidumbre de pertenencia que no había sentido en ninguna otra parte durante los tres meses que llevaba recorriendo Europa.

Joao Durasso, como muchos otros brasileños adinerados, había decidido explorar el viejo mundo tras acabar la carrera como paso previo a su incorporación a la dirección de las empresas familiares. Había aterrizado en Madrid una noche calurosa de agosto, y desde allí, comenzó una ruta de sur a norte y de este a oeste en búsqueda de sus improbables raíces europeas, tan apreciadas por la alta burguesía sudamericana, reticente de todo lo que se antoja precolombino.

Hacía diez días que había aterrizado en Berlín procedente de Roma, acompañado de su primo Duno. Y nada más bajar del avión, tuvo una brusca sensación de opresión en el pecho que Duno restándole importancia atribuyó al vuelo, pero que Joao asimiló a sumergirse en el mar lanzado por alguien desde la cubierta de un barco. Conforme pasaron las horas, ese extraño encontronazo con el aire frío y cortante de Berlín fue disipándose, pero el residuo de un silencio opresivo que lograba acallar en ocasiones el ruido de la ciudad y la charla animada de Duno permaneció durante toda su estancia en Alemania, acrecentándose sensiblemente cuando visitaban determinadas ciudades y lugares: Asfixia, mareos, jaquecas, insomnio, fatiga, náuseas… Somatizaciones no relacionadas con ninguna enfermedad física, según le había comentado un médico que lo reconoció en uno de esos episodios, pero en cualquier caso sensaciones que a Joao le hicieron llegar a la conclusión de que permanecer en Alemania durante más tiempo era insoportable, aun sin saber el porqué.

Ante las súplicas de Joao, Duno accedió a no prorrogar la estancia en el país y seguir la ruta a través de Polonia, pero no permitió eludir una siniestra ruta por algunos campos de concentración como experiencia ineludible de conocimiento de la historia de Europa. Tal eran las ganas de Joao de ver el fin a aquellos días, que aceptó sin mayores reticencias esas últimas visitas. Sin sufrir mejoras, los primeros campos que visitaron no mejoraron, pero tampoco empeoraron, las náuseas y la opresión en el pecho. Pero cuando llegaron a Grob Rosen, Joao supo de forma tajante y fría que algo se había desencadenado en su interior, como si la primera visión de aquel espacio yermo y maldito hubiera iniciado una reacción en cadena de consecuencias imprevistas y sin final en el tiempo. Salió de la ruta guiada en estado de trance, callado y con un sudor gélido agarrado a su piel morena.

Dos semanas más tarde, un vuelo desde Varsovia a Brasilia con escala en Londres acabó prematuramente con la experiencia en Europa de los dos jóvenes, y lo que fue peor, con la juventud de Joao, que se sumergió en una febril investigación sin orden ni uniformidad sobre el holocausto nazi, la reencarnación y los orígenes de su familia. Aunque físicamente no tuvo de nuevo episodios de pánico, se fijó la idea en su mente de que había una verdad detrás de aquel viaje y que sin su conocimiento, nada podría volver a ser lo mismo. Ni sus padres, ni Duno ni Valeria, su prometida, pudieron apartarle de su quimérica convivencia con las bibliotecas y los médiums. Todos coincidían en que nada bueno podía traerle esos estudios a Joao. Hasta que una tarde desapareció sin rastro con su carpeta roja, rebosante de anotaciones y recortes de prensa.


Joao al saber la verdad, ésta fue tan insoportable que no sólo no pudo asimilarla, sino que además se aseguró de mantenerla en secreto. La guardia costera lo encontró ahogado en Río, en la playa de Leblon, como, veintiséis años antes, precisamente el día de su nacimiento, encontraron a uno de los mayores criminales de guerra nazis huido de Alemania al terminar la guerra, un ser monstruoso del que sólo Joao supo que no encontró ni nunca encontrará la paz o el castigo.

19 septiembre 2005

MORIR EN PAZ

Supongo que como en Pandémica y Celeste, Cuco por su lado y yo por el mío no somos más que buscadores de respuestas sobre el amor. Cuco para saber de amor, para aprenderle, está estéticamente solo, como buen decadente, y yo en cuatrocientas noches, con cuatrocientos cuerpos diferentes (porque lo dice el poema, no porque yo aspire a llegar a tanto) intento encontrar algo parecido a una explicación razonable sobre qué es el amor y sobre todo a porqué yo no lo siento nunca.

Según mi madre, yo no me enamoro nunca porque soy demasiado vago hasta para querer a alguien (gracias mamá por tus palabras de apoyo y comprensión). Cuco, por su parte, aporta su famosa teoría de los cocodrilos, por la cual yo soy un ser demasiado poco evolucionado como para distinguir a alguien que realmente merezca la pena. Julia, la última chica con la que estuve, sentencia que soy un maricón que juega con las mujeres a heterosexual, aunque como me lo dijo borracha, cabreada y llorando creo que no lo pensaba en serio del todo. El caso es que todo el mundo opina y todos tienen algo de razón, pero yo sigo sin entender qué es lo que exactamente falla en este invento.

El caso es que se me hace cuesta arriba. Me da pereza, es cierto, comprometerme a una serie de rutinas que se adquieren cuando uno tiene pareja. Sin ir más lejos, con Julia, apenas me llamó al día siguiente de liarnos para tomar café, comprendí, por un lado, que Julia necesitaba amor y, por otro, que yo no la necesitaba a ella. De ahí el numerito del sábado siguiente, y de ahí la parte de razón que le doy a Cuco... Como siempre que coincidimos Julia y yo, estaba completamente ciego, y aunque recordaba perfectamente el episodio del café, juro que no pude evitar acercarme a ella convencido de que realmente sentía algo más que frenesí. Por suerte para Julia, en cuanto me vio actuar balbuceante y verderón me mandó a la mierda irrevocablemente, no sin antes enarbolar su teoría sobre mi homosexualidad latente. En el momento me pareció una ofensa, supongo que por culpa de mi no eliminado del todo orgullo machista y homófobo, pero reconozco que la suya es una hipótesis nunca descartable del todo. Tengo que tener el corazón en un armario, pero yo sí quiero que salga, lo que no tengo es ni puta idea de cómo se abre.

No me enamoro, no sé hacerlo o nací con una deficiencia. Como le pasa a Sara, mi compañera de fuego y hielo al despertar en esa partida de cartas marcadas en las que nunca se gana nada. Como magos en prácticas, ayer repetimos como siempre los mismos rituales para ver si conseguíamos hacer salir palomas de las chisteras. Pero ni nuestras miradas, ni nuestras palabras, ni nuestros besos, ni nuestras tensas caricias en medio del agonizante quejido de la cama, pueden servir de cura a esta extraña enfermedad. Una enfermedad que no mata, pero que seguro que impide morir en paz.

Morir en paz, como dicen que mueren los que han amado mucho.



"Pandémica y Celeste", del libro "Las personas del verbo" de Jaime Gil de Biedma, Editorial Lumen, 1998.

18 septiembre 2005

POEMA

Yo cansé al viento de soplar a mi favor.
En vez de avanzar hacía piruetas,
volaba cometas, jugaba con los dedos
hasta que el viento exhausto silbaba
entre ellos.

Ahora lo sé. Las rachas buenas no duran.
Y el viento se venga jugando conmigo,
volando mi corazón como un avioncito
de corcho.

MÁS POEMAS PARA DEJARSE LLEVAR


Hoy, a la una de la tarde, se ha presentado en el Parque del Alamillo de Sevilla "Más poemas para dejarse llevar", antología de poemas relacionados con los distintos medios de transporte que ha sido auspiciada por la Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía (gratis, vamos).

Presentaron David Eloy y José María Gómez Valero, del colectivo "La palabra itinerante" que recitaron algunos de los poemas contenidos en el libro y, sobre todo, animaron a los presentes a leer en el escenario. Una buena cosa que hacer el domingo al mediodía, ir al parque a escuchar poesía.

14 septiembre 2005

NONADAS #1


(Casting en un Teatro)

-Adelante, señor. Póngase en el centro… Ahí está bien. ¿Número?

-Setecientos treinta y siete

-Bien, setecientos treinta y siete. A ver que tal se hace el muerto.

-…¿El muerto? Esto… Verá, señor, es que yo no sé hacerme el muerto.

-¿No?

-No, señor… es que verá… La cosa es que yo ya estoy muerto.

-¿Qué ya esta usted muerto? Pues nadie lo diría, parece que está usted vivito y coleando.

-¿A que lo hago bien?... Es que a mí lo que se me da bien es hacer de vivo.

-Sí, sí, estoy seguro, pero no es lo que buscamos. ¡Siguiente!


saquen sus propias conclusiones.

13 septiembre 2005

USTED NO SABE CON QUIÉN ESTÁ HABLANDO

(Música asquerosamente relajante)

- El Sol Azul, buenas tardes, le atiende Laura Gentil, ¿en que puedo ayudarle?
- ¿Usted? Usted no puede ayudarme, páseme inmediatamente con su superior.
- Siento decirle que en estos momentos no puedo transferir su llamada a ningún coordinador. Si usted lo desea, puedo atenderle yo.
- A ver, imbécil, usted no puede ayudarme. Le he dicho que quiero hablar con un superior y me va a pasar con él inmediatamente.
- Si me explica, señor, de qué se trata yo…
- No se lo voy a repetir más, inútil. Se me está acabando la paciencia. ¿Sabe usted con quién está hablando?
- ...No, señor, no es necesario que me lo diga. Sé perfectamente con quién estoy hablando. Su llamada aparece identificada en mi terminal.
- ¿Lo sabe entonces, no? Bien, pues ya sabe…
- Sí señor, disculpe que no me haya dado cuenta. No sabía que era usted un auténtico hijo de la gran puta de los buenos.
- ¿Cómo? ¿La he oído bien?
- Sí, señor. ¿Cómo desea que me dirija a usted? ¿Como auténtico hijo de la gran puta o tan sólo como hijo de puta?
- Esto es inaudito. Señorita, juro que haré que la despidan inmediatamente, lamentará amargamente haberme insultado de esta manera.
- Señor hijo de puta. Le recuerdo que para solicitar mi cese fulminante dispone de nuestra dirección web o de nuestro teléfono de atención exclusiva para hijos de puta.
- Esto es inaudito…
- Disculpe, señor hijo de puta, aún no he terminado de facilitarle la información: Una vez producida mi baja, y aunque ya no trabaje en esta empresa, me encargaré personalmente de hacerle una visita en su domicilio para asegurarme de conocer sus impresiones sobre mi proceso de despido, así como su calificación sobre la agilidad y eficiencia del mismo.
- ¿Hacerme una visita? ¿Quién coño se cree que es? ¿Acaso se atreve a amenazarme, subnormal?
- Sí, señor hijo de puta. Estoy amenazándole formalmente y grabándolo para que tome valor contractual. ¿Desea usted alguna otra información?
- ….
- El Sol Azul le desea buenas noches, señor hijo de puta. Gracias por su llamada.


Para Lorena y Celia.

11 septiembre 2005

MOMENTOS PARA SIEMPRE

No siempre estamos en los parques aunque sea nuestro hábitat natural para emborracharnos. A veces, cuando terminamos el botellón, también vamos a los bares del centro, bares de treintañeros nostálgicos de juventud en los que, pese a la diferencia de edad y su efecto deprimente sobre nosotros, al menos uno está escuchando a los Clash en lugar de la pachanga de turno. Algo así como cine de barrio versión bar de copas.

Cuando entramos en “Charming” sonaba Common People de Pulp. Por más machacada que esté en mis oídos la historia de Jarvis y su coleguita ricachona esta canción me pone de buen humor, tanto que incluso no me molesta que Alberto me haya dejado tirado por Sara y su carita de niña buena. Ha sido entrar en el bar, ver a Sara sola apoyada en la barra cual femme fatale y saber inmediatamente que el resto del noche iba a estar solo con mi copa asistiendo a un cortejo sexual del todo innecesario porque ambas partes saben que la otra quiere tema y lo quiere ya.

Todo el bar parece también sumido en un velado ritual de apareamiento en el que unos miran, otros de dejan ver y los más atrevidos, pasan a la acción movidos por el mantra It´s Friday, I´m in loooooveee de los Cure. Quizás por la vergüenza o el miedo al ridículo yo soy de los que mira con insistencia a una chica de unos treinta y tantos años, sentada en una mesa con un tipo que debe ser el marido, su peor pesadilla, o ambas cosas a la vez. Beben callados y sólo de vez en cuando se dirigen alguna frase que no entiendo porque no sé leer los labios, pero que debe de sonar como mañana tengo que acordarme de revisar el coche, últimamente se me calienta mucho. Ella de vez en cuando hace un repaso a todo el bar como buscando o huyendo de algo, y no sé porqué, aunque no sea exactamente mi tipo, no puedo dejar de mirarla y de imaginármela dormida a mi lado tras haberle hecho el amor.

En uno de sus abistamientos su mirada se cruza con la mía, y supongo que por el alcohol, en lugar de apartar la vista, que es lo que suelo hacer cuando alguien me mira a los ojos aunque sea por casualidad, me quedo mirándola un segundo y me sorprendo sacándole la lengua haciendo burla, como un niño pequeño hace a la amiga buenorra de su madre. Ella se ríe y baja la vista, un poco colorada. El tipo de repente mira hacia atrás buscando la causa de la gracia y yo pienso, sonrojado como ella, que ése ha sido nuestro momento para siempre y que, en cierto sentido, no ha habido tanta diferencia entre ese segundo de complicidad y la noche de pasión que preparan Alberto y Sara. Feliz, todo me parece posible de madrugada.

Al fondo del bar, a salvo de las cristaleras que dan a la calle, dos hombres se besan tímidamente pero con la carga de deseo que tiene, probablemente, el que es su primer beso en público. Y mientras suena This Charming man como banda sonora de aquel otro momento irrepetible, aquellos tipos me parecen los dos seres más bellos y frágiles del planeta.

08 septiembre 2005

QUE NO OS ENGAÑEN

Porque existe un pasado
de balas contra carne
Y un presente olvidadizo
De víctimas y verdugos
Que no os engañen las canas.
No sucumbáis al cinismo
de ciertos viejos amables,
risueños, sádicos abuelos
con tierra en los bolsillos
de las fosas que abrieron.

Ni hay locura en sus ojos
Ni perdón en sus pensamientos.
Las leyes de punto y final
No las votaron los muertos.


A Estrella, por su consejo.

07 septiembre 2005

EL MÉTODO ESPASMOS

¡RECUPERE GRATIS PARA SIEMPRE SUS ERECCIONES MENTALES!!
¿Cansado de que el día a día se la traiga floja?
¿Harto de que nada le ponga a cien en su vida?


No lo achaque al stress ni a la falta de tiempo

¡NO SE EMPALMA MENTALMENTE PORQUE OLVIDÓ COMO HACERLO!


No lo logrará con el cibersexo ni con los bares de carretera
No lo alcanzará con los deportes extremos
Ningún reality show podrá darle lo que usted necesita

SÓLO NUESTRO EXCLUSIVO MÉTODO GRATUITO PODRÁ AYUDARLO:

EL MÉTODO ESPASMOS


Testimonios:

Sara .G: Mi marido me satisfacía en la cama, pero mi vida en general carecía de emociones. Luego ví que no era su culpa, ni del trabajo, ni del stress. Era yo la que me estaba convirtiendo en una frígida mental y me estaba lanzando al abismo de las telenovelas y los concursos de telerrealidad. Hasta que llegó a mis oídos el método del Dr. Espasmos y desde entonces ¡ hasta mi marido dice que a su chuchi se la han cambiado!

Michael J.F: Al principio pensé que era cosa de la edad, pero veía por la calle a gente con cara de satisfecho mental y no entendía que hacían ellos que no haciera yo. Probé el puenting, el rafting y ¡hasta los casinos por Internet!. Hasta que descubrí el método del Dr. Espasmos y ahora me empalmo mentalmente muy a menudo.

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Dr. Espasmos: Llevo años estudiando el comportamiento humano y llegué a la conclusión de que sólo hay una actividad que consiga mantener la líbido mental sana y vigorosa. Desde entonces me dedico a difundir gratuitamente mi descubrimiento. No hay dinero que compense la satisfacción de saber que estoy empalmando a millones de personas con un sencillo ejercicio:

¡CULTURIZARSE!

Bébase los libros de un solo trago
Sude escribiendo sus propios textos
Acuda a espectáculos de realidad musical.

ORGANICE ORGÍAS CULTURALES O ÚNASE A LAS QUE HAY

YA SON MUCHOS LOS QUE CONOCEN EL MÉTODO ESPASMOS. SÓLO TIENE QUE VER LOS CIENTOS DE CARTELES QUE HAY EN SU CIUDAD ANUNCIANDO ACTOS CULTURALES, LA CANTIDAD DE TIENDAS DE LIBROS Y MÚSICA INTERESANTES, LA CANTIDAD DE BLOGS CULTURALES QUE PROLIFERAN EN INTERNET.

VAMOS. NO TEMA Y LÁNCESE. LA FELICIDAD ESTÁ A UN PASO.
¡¡¡VOLVERÁ A CORRERSE DE GUSTO CON NOSOTROS!!!

04 septiembre 2005

TRAINSCADING

Me gusta ir con Cuco en tren. Sabemos ir todo el tiempo callados, cada uno a su bola, hasta llegar a Cádiz. Ambos apreciamos tanto el silencio a esas horas que incluso ejecutamos cada día un sofisticado plan para evitar que nadie pueda perturbarlo. Cuando llegamos a la estación, a eso de las seis y cuarto, nos quedamos escondidos hasta que sale el tren para ver en qué vagón se va a montar la poca gente que conocemos y que todavía nos habla. Así podemos, inmediatamente antes de la salida, subir al vagón en el que nos es más improbable tener que participar en una competición de frases circunstanciales, que es en lo que suele convertirse un trayecto en tren cuando tienes la mala suerte de topar con un conocido.

Hoy, sin embargo, no lo hemos conseguido. Cuando, alegres, nos disponíamos Cuco a sacar su walkman y yo a abrir mi libro para no volver a hablar hasta llegar a la estación de Cádiz, se nos sentó al lado Elena, que es una de esas personas que se levanta optimista por las mañanas, y por tanto, que charla por los codos. Cuco estuvo rápido, y al ver que mi cara se descomponía ante la visión de un conocido aproximándose, se puso los cascos y empezó a hacerse el dormido, con lo que yo, que estaba en situación de desventaja, tuve que respirar hondo, contar hasta cinco y resignarme a comerme el marrón de una hora con la Elenita de los cojones. Una puta hora con Elena y su monólogo.

-Qué pasa, Alberto, cómo andas.
-(jodido por tener que soportarte) Eh, bien, bien… aquí muerto de sueño, ¿y tu?
- Pues bien tío, pero reventada del finde. ¿Qué habéis hecho vosotros?
-(como si a ti te importara) Ehm, nada, lo típico, botellón y eso.
-Pues yo me fui el viernes a Córdoba al Medina Festival.
-Ah, ¿sí? (podías haberte quedado allí para siempre)
-Sí tío, estuvo de muerte. Tocaron los Medina Azahara, Rosendo, La Polla, Barricada…
-(todo un cartel) ¿Qué bien, no?
-Sí, además un ambientazo que te cagas. Un montonazo de gente y muy buen rollo, me fui con la Laura y el Juanca, sabes quienes son ¿no?
-(no) Sí, sí, de vista y tal, pero sí.
-Pues nada, con esa gente, muy bien. Llegamos a Córdoba a las seis de la tarde y blablablablablablablabla

Conecto el piloto automático. Síes y sonidos de aprobación tipo ¿ajá? que en la mayoría de los casos no son nada creíbles, pero que a gente como Elena se la suda porque lo único que quieren es soltar su rollo para no aburrirse. De todas formas, de un tiempo a esta parte creo que lo único que hacemos los seres humanos es soltarnos el rollo los unos a los otros sin que en el fondo nos importe nada más que nosotros y nuestro discurso. Es por la mañana y el turno es de Elena, pero probablemente si la pobre hubiese dado conmigo el sábado por la noche en el parque, ciego como un piojo, hubiera sido yo el que le hubiera dado la vara con mis pajas mentales.

-blablablablablablablablablablaba
-(piloto automático) Sí.
-¿Que sí? ¿Y eso? ¿Qué es lo que ha pasado?
-…..

Mierda. Esta técnica es como la ruleta rusa, un sí o un no fuera de lugar y la cagas. No me va a quedar más remedio que prestarle atención. No me importa una mierda ni su vida ni sus milagros, pero qué le vamos a hacer, la chavala no es mala gente y además es la única que nos pasa los apuntes. En cualquier caso, me cambiaría por Cuco. El cabrón sigue haciéndose el dormido y de vez en cuando esboza una sonrisilla burlona tipo –jódete-he-estado-más-rápido-que-tú- mientras el paisaje parece que se ralentiza, que se esfuerza en que el tren no llegue a Cádiz antes de su hora. Amanece en la bahía, con las salinas estancadas y los astilleros agonizantes. Todavía no ha empezado el día, pero creo que ya quiero que se acabe.

31 agosto 2005

SEDUCTIVE BARRY

Estamos en un parque de Wolvie, de día, jugando al fútbol. Están Laurent, Salva, Tommy, Tyrone, Beto. Jugando con nosotros hay otros que no conozco, pero les hablo como si fueran amigos de toda la vida, me ríen las bromas, aplauden mis pases. Laura nos mira desde un árbol, sentada haciendo como la que lee sus apuntes, pero atentos a nuestros movimientos el pelo rubio y la sonrisa parca. Hay sol y, sin embargo, una brisa fría nos recuerda que nunca es del todo verano en Inglaterra, aunque nosotros sabemos estar a merced de aquel tiempo voluble y sudamos, gritamos, nos revolcamos por la hierba hasta empaparnos de barro mientras desde una megafonía invisible parece sonar Seductive Barry acompasando nuestras carreras, marcando un ritmo lento en el que a Laura le bailan las pecas y se le intuyen bajo la falda sus muslos blancos, tiernos…

...Laura, Laura, Laura, You are hardcore, you make me hard….

Me despierto excitado y solo, con frío, lejos de aquel año. Seductive Barry, la canción culpable, sigue sonando en la radio.

30 agosto 2005

GRITOS

Altísimos muros de hormigón gris manley que emergen de la hierba como si nacieran en el centro de la tierra y murieran por encima de los árboles, de las nubes esponjosas, casi a la altura de un sol que brilla y no brilla con una luz amarillo pobre. Negros de humo negro de leña sucia los tejados de terraza, como picos imposibles de escalar, como flechas señalando al cielo buscando jueces o culpables de tanto dolor y tan pronto conocido. Ventanas desproporcionadamente estrechas, como dos poros abiertos en la inmensidad de un cuerpo fuerte, violento, de boxeador enfadado, por las que apenas si los días más radiantes entra un rato de luz y se marcha luego, asfixiada de penumbra. Y una sola salida a la quejumbrosa estructura, la de la puerta marrón miedo que la separa del colegio o del supermercado u otros sitios azul claro donde hay ángeles protectores, gentes desconocidas que sin saberlo evitan el sufrimiento fuera de aquel presidio llamado casa, fuera de aquel íntimo templo maldito donde el enemigo duerme cerca y comete sus crímenes invisibles a la sociedad.


Así, sin que nadie lo advirtiera pero a gritos en silencio, es como un niño maltratado dibujó su casa en el colegio.

28 agosto 2005

COCODRILOS

Hace frío, pero claro, a quien le importa si tengo frío si al final lo que cuenta en un sábado es a quién te tiras o en qué asquerosa discoteca pachanguera caes en la cuenta de que tu vida es una mierda. Que me dejen los otros aquí estrellado lo comprendo, yo he elegido ser siniestro con todo lo que ello conlleva y ellos han elegido el universo de King África. No me sorprende y es más, me halaga poder decir estoicamente que prefiero quedarme solo bebiendo en el parque a ver el declive de la noche mientras en mis oídos retumba me gusta el chupa-chupa. Pero lo de Alberto es una puñalada por la espalda, la confirmación de que él es un puto cocodrilo y yo, Cuco, tan sólo un ser superior prematuramente situado en los albores del siglo XXI.

El mundo está lleno de cocodrilos. Personas que no tienen ni puta idea de qué coño hacen en este planeta pero instintivamente saben perfectamente cuándo cerrar la mandíbula y apresar a una pobre víctima. Alberto es de esos. Va por la vida de poetucho canalla e intelectualoide desencantado de todo y en cuanto ve a una niña guapa se convierte en el más optimista precursor del movimiento poético underground. A veces me encantaría poder grabarlo en vídeo para que entendiera lo patético que es, con toda esa mierda sobre la generación beat yanqui y sus paralelismos con El Quijote, sobre el importante papel de Internet como medio de lucha contra las editoriales tradicionales y sobre la mentira de los premios literarios en este país. Ya digo, yo contemplo la escena, con la niñita en cuestión chispeándole los ojos por el desgraciado de mi amigo (que todo hay que decirlo, me tiene camelado hasta a mí con esas chorradas) y me doy cuenta de que soy el primer espécimen del siguiente escalón evolutivo de la raza humana: Alto, Gordo y decadente de puro aburrido que soy.

Es cierto que no ayuda mucho en estos días medir lo que mido, pesar lo que peso e ir con cadenas y chinchetas, vestido de negro y con los ojos y uñas pintados. Pero si una chica se me acercara no la atontaría demostrándole que soy un ser megainteresante pero hipersensible al que merece la pena tirarse para presumir de intelectual por rozamiento. Le hablaría de cosas normales y sólo pretendería que viera algo más que la facha que llevo y a la que jamás renunciaré porque lo mío y la música es un matrimonio de los de antes. Joder, claro que Alberto es de puta madre y lo quiero más que a mi propia familia. Claro que escribe bien de verdad y además no está en la órbita del ragatton y la cocaína. Pero no le desplegaría fríamente como hace él todas mis armas de seducción para que cuando le llegara la factura a casa viera que todo ha sido, con su parte de verdad, una representación de teatro de una obra escrita hace mucho tiempo pero a la que se le cambian los personajes y el juego de luces. La dejaría que me conociera poco a poco y en fin, pudiese elegir sin campaña de marketing personal de por medio. Quizás tenga razón Alberto.-Cuco, cojones, no sabes venderte- Pero yo no quiero ser un objeto en promoción. Yo sólo quiero que me quieran. Y follar, claro. Pero lo primero que me quieran. Él no deja de ser como un anuncio de bebida energética, que te la venden con un actor que simula que la ha bebido pero que hace el papel de entripado hasta las cejas.

En resumen, hace frío y mi mejor amigo me da envidia. Mejor será irme a casa y acabar como siempre, aquí el pescado ya está vendido, cocinado, digerido y cagado. Aunque ahora que lo pienso, el mamón este debe estar con su presa por el parque. Y se le va a acabar la suerte, porque pienso ir a buscarlos para hacerme el borracho despistado y encontradizo y quedarme con ellos hasta que se aburran. Les voy a cortar todo el punto, por mis mulas. Si el Alberto es un cocodrilo, yo una mosca cojonera. Pecado venial.

26 agosto 2005

EL PRÓFUGO

Cuando Jaime vuelve al pueblo sabemos que viene por poco tiempo aunque siempre haga ademán de quedarse, aunque realice el simulacro de comenzar una nueva vida donde siempre tuvo a sus amigos y, sin embargo, nunca tuvo su sitio.

La primera vez que se marchó acabábamos de terminar la carrera. Comentó que no se iría mucho tiempo, que el pueblo le quedaba pequeño y que no le bastaban dos meses de verano trabajando en Londres o Mallorca para decir que había visto mundo. Así que mientras el resto comenzábamos a buscarnos la vida por los alrededores, él se marchó a miles de kilómetros sin más propósito que subsistir y conocer gente, estudiar más y cargar el cuaderno de historias que contarnos. La aventura duró dos años.

Esos dos años, entre carta y carta, entre fotos en otra ciudad, con otros amigos y la inevitable comparación entre nosotros y su nuevo mundo, disfrazamos su ausencia de paréntesis en el camino, de pequeño castigo que dolía mucho pero que duraría poco tiempo. Recuerdo que nos reíamos pensando que nosotros éramos los fraguels y Jaime el tío aventurero que un día volvería harto de explorar mundo. Y así nos pareció cuando apareció sin previo aviso un viernes de febrero en el bar de Paco, con la maleta llena de anécdotas y proyectos.

Pero nuestra ilusión sólo duró quince días. Pasada la semana de bienvenida, en la que nos contó sus planes de buscar trabajo, alquilar un piso y realizar aquel ansiado curso de fotografía, comenzó, primero como pensamiento en voz alta, luego con convencimiento, a decir que se había quedado con ganas de vivir en otro sitio aún más lejos, que quizás era pronto para empezar a buscar un empleo serio. Que la primera ciudad a la que había ido le había cansado, pero que tenía en mente vivir algún tiempo en otra que le apasionaba tanto como la otra le había apasionado. Y aunque nosotros intentamos convencerle de que se quedara con nosotros, de que se le estaba acabando el tiempo de explorar territorios como si fuera un universitario becado, en el fondo entendimos que quisiera vivir más aventuras, al fin y al cabo quedaba mucho mundo por ver y no teníamos derecho a imponerle nuestros propios cercos. Así que se marchó dejándonos como ya nos hemos acostumbrado, con lágrimas en los ojos, algunos discos de grupos raros y la promesa, que es más bien su esperanza, de volver de nuevo y esta vez para siempre.

De su segunda partida hace ya como seis años. Desde entonces Jaime ha vivido en ya no sabemos cuántos sitios con no sabemos cuánta gente diferente, nuevos amigos cada vez que siempre le han llenado un tiempo y, llegado el momento, siempre le han sobrado. Por eso cuando Jaime vuelve al pueblo sabemos que viene por poco tiempo aunque siempre haga ademán de quedarse, aunque siempre diga que viene a cumplir su promesa que nosotros ya no le exigimos que cumpla. Ya hemos entendido, y así aceptamos nuestra carga como Ulises aceptó con amor la condena de Telémaco, que Jaime es sólo un prófugo y nosotros tan sólo su refugio, su salvavidas. Un prófugo que no huye de la policía, ni de amores perturbadores, ni del aburguesamiento, ni tan siquiera de este maldito pueblo.

Un prófugo que huye, ahora sabemos que para siempre, tan sólo de sí mismo.

24 agosto 2005

6 A.M.

Llego a casa hecho un cristo. Tengo la cazadora y el pantalón llenos de hierba mojada, que es algo así como barro verde, o hierba marrón. O ambos mezclados, como la ropa de camuflaje. Y del aspecto de mi cara no creo que pueda decir nada mejor. La he visto reflejada en el
portal de casa y simplemente, me he dado pena. Parezco salido del video de Thriller. Seis de la mañana. El zombie vuelve a casa. Cambio.

Intento no hacer ruido para no despertar a mis padres, pero al abrir la puerta veo una luz en el salón y a mi padre sentado en la butaca, viendo los dibujos animados como cada día. El volumen es tal que seguro que mi madre y medio bloque más está disfrutando de “La Aldea del Arce”. Sin embargo, ella parece que sigue en el dormitorio. Seguro que el mero hecho de poder estar sola en la oscuridad ya es una recompensa para ella. Sobre todo si estás casada con un tipo que a raíz de un accidente está absolutamente obsesionado por una coneja que lleva un lazo rosa en la oreja.

Los médicos se explican que no duerma más que dos o tres horas diarias. Al parecer, la ostia que se metió con el camión le produjo una inflamación cerebral que dañó la zona que se encarga de regular el sueño. Hasta ahí de acuerdo. Sin embargo, no terminan de entender porqué se la va la olla tanto, y lo único que nos dicen es que es un trastorno psiquiátrico consecuencia del shock del accidente, pero que su cerebro es perfectamente normal salvo por lo del sueño. Y una polla. Mi padre según le da el punto te contesta como tu padre, como un compañero de la facultad o como la mismísima fallera mayor. Me pregunto con quién hablaré hoy, si es que me ve.

-Eh, hola papá-
-Hijo, desde luego llegas a unas horas…. Te pasas el fin de semana de juerga. Luego dirás que estás cansado para ir a biblioteca-
-Sí, papá-
-Estás hecho un golfo, jeje. Pero qué coño, al fin y al cabo si no lo haces ahora para cuándo lo vas a dejar. Anda, echa la ropa a la lavadora y acuéstate, que lo que le faltaba a tu madre era verte así. Ven, dame un beso-

Coño, hacía tiempo que no lo veía tan lúcido. Le doy un beso y le hago caso. Mi madre recién levantada no es que tenga mejor aspecto que yo, pero si me ve con esta facha no me va a decir nada. Directamente se va a ir a la cocina y se va a colgar de la campana extractora. Mientras me desnudo, pienso en Cuco, y le doy un toque al móvil para ver si está ya en casa. No me contesta, pero seguro que ya ha llegado y está ahora viendo una porno antes de ir a dormir, borracho y maltrecho. Los sábados son previsibles hasta en lo que hacemos al llegar a casa. Ya estoy en la cama metido cuando mi padre me llama, en voz baja primero, luego subiendo el tono progresivamente. Me cago en sus muertos y me levanto de nuevo.

-¿Qué quieres, papá?
-¿Oye, tu sabes dónde venderán un album de cromos de la aldea del arce?
-….-

Sonrío, le doy un beso y le digo que no se preocupe, que mañana mismo le pregunto al del kiosco dónde puedo encontrar uno. No puedo evitar descojonarme en mi cuarto. Mi padre está hecho polvo. O eso o simplemente está enamorado.

23 agosto 2005

BOYS DON´T CRY

Los chicos malos no lloran.
Sólo hacen cabronadas
En las calles, sólo beben
En los parques, fuman
Sólo hierba de la buena.

Las lágrimas las reservan,
inagotables, en la mirada.

NATURALEZA VIVA


Mi casa y mis cosas. Estáis invitados...

22 agosto 2005

BOTELLÓN

De repente me he despertado con mucho frío pero esperando ver el techo de mi cuarto. En lugar de eso sólo he visto tres farolas que me parecían tres soles de alguna película futurista y Venus, que creo que es ese punto brillante que apenas se distingue allá a lo lejos, jodidamente bella e inútil.

No puedo moverme demasiado, pero he girado el cuerpo y me he quedado de perfil. La postura no mejora el campo de visión. Sólo veo las botas militares de Cuco y su feo pantalón negro de siniestro de barrio. Lo llamo pero no responde. No veo su cabeza, pero supongo que está dormido tras las duras negociaciones que le han debido de llevar a firmar la rendición ante Baco y los triglicérdidos. Con sus ciento diez kilos y uno noventa y siete de altura parece una enorme ballena varada. Qué tío.

Procuro levantarme, la humedad me cala los huesos y de repente me ha entrado una tonta pulcritud que me lleva a soñar con llegar limpio a casa. Me apoyo en un brazo y consigo levantarme. Bien, todo controlado. Cuco gruñe algo y el resto parece que se ha ido ya a casa o a seguir la fiesta en algún bar del centro. Hemos de haber sido las dos primeras bajas del grupo. Heridos de guerra que vuelven al hogar licenciados, como en Vietnam.

Y es que el parque parece un campo de batalla. Botellas, colillas de cigarros, bolsas que tuvieron hielo y algunos cuerpos esparcidos que son esquivados por la carroña alcohólica, dos o tres viejos que buscan botellas de whisky y vierten los restos en una de coca-cola, ajenos al resto del planeta tierra. Sólo faltan algunas chicas llorando las muertes de sus prometidos y quizás sobran aquellos dos que están follando al lado de la papelera. Pese a todo, la escena se me antoja de una lírica apabullante...

...Hasta se me ocurre un poema. Pero caigo en que a estas horas todo se me antoja poético, y desisto de la idea de escribirlo cuando llegue a casa. Cuco, soñando o delirando no para de decir: Te quiero, te quiero, te quiero. Y lo dejo allí solo y feliz, varado en la madrugada.

21 agosto 2005

PULGAS

Escuela de St. Sophiè, Castillo de Lommenshire. 8:45 a.m. Despacho del Director.

--Sr. Hopkins, ya sabe usted que ciertos autores no están permitidos en las clases de literatura. Entiendo que a usted particularmente le encanten Auster, Lorca o Salinger, pero comprenderá que no se ajusten al concepto de educación de élite para la élite que proponemos a los padres de nuestros alumnos.

¿Sabe cuánto salta una pulga, Sr. Hopkins? Más de medio metro. Eso equivaldría a un salto humano de cuarenta y cinco metros. ¿Sería maravilloso poder saltar así, no cree? El único inconveniente es que la masa de la pulga es tan pequeña que le permite realizar y sobrevivir a ese salto, mientras que para un hombre, aun en el caso de que su masa le permitiera realizarlo, la caída posterior sería mortal de necesidad. Equivaldría a una caída libre desde un edificio de cinco plantas. La muerte, c´est fini.

De pequeño me gustaba adiestrar pulgas, ¿lo sabía?. La pulga sabe instintivamente que puede realizar esos grandiosos saltos, tiene la percepción de que no le van a producir daño alguno. Y por eso los realiza sin dudarlo. Pero, fíjese qué curioso, si usted la ubica siquiera dos semanas en un bote de cristal, los golpes con la tapa del recipiente pronto le enseñan a que debe reducir su salto para no herirse, de tal manera que, trascurrido ese tiempo, nunca jamás será capaz de recuperar su capacidad de salto. Con o sin recipiente, la pulga sólo saltará apenas unos centímetros, para siempre. Pierde su encanto, pero si fuera un ser humano evitaría al menos darse de bruces con el asfalto.

Sí, profesor Hopkins, no me mire de esa manera: Eso hacemos en esta escuela, eliminar el instinto suicida de nuestros hijos, evitar que consideren que pueden saltar más que lo de la sociedad les va a permitir. Entran en estos muros más libres, jamás discutiré eso, pero más vulnerables. No saben medir sus saltos, permítame seguir la metáfora, y muchos de ellos, Dios lo sabe, si no estuvieran en esta institución acabarían destrozados por la bohemia o la falta de practicidad ante la vida (sólo tiene que observar otros centros públicos de la comarca). Nosotros a nuestros chicos les colocamos el bote y, aunque los golpes con la tapa también nos duelen a los profesores, sabemos que cuando salgan podrán alcanzar lo que quieran dentro las normas del mundo que vivimos. Saltarán lo justo y lo necesario para una exitosa supervivencia.

Ciertos libros, profesor Hopkins, nos obstaculizan esa tarea. Le meten a los chicos ideas que son incapaces de asimilar con madurez, les hacen pensar que pueden saltar cuarenta y cinco metros y sobrevivir a la caída. Por eso le ruego no vuelva a mencionarlos en sus clases. Cíñase a la programación o, en caso contrario, tendremos que pensar seriamente en ponerle un bote a usted también, jajaja. ¿Desea un café en el refectorio? Vamos, invito yo--.

16 agosto 2005

FINIS GLORIAE MVNDI

La última vez que vieron a Mikonos Zvenenackis fue en un bar sórdido del puerto, borracho de ron y calor, tratando de magrear a cualquier cosa que se encontrara a alcance de sus manos calludas y cantando a gritos, como si estuviera en un partido de fútbol, una antigua canción griega sobre la levedad del mundo y el ansiado fin de las vanalidades mundanas, la típica canción de viejas plañideras y timoratas de la isla. Era Noviembre y la mar estaba en calma.

Junto a él, aunque sin hacerle compañía, estaba un decrépito marinero del que era imposible distinguir cara de arrugas. Miraba de soslayo el reloj con cansina burocracia y de vez en cuando tarareaba un poco la canción de Mikonos como haciendo coros de circunstancia. Cuando éste terminó, sin dejarle apenas disfrutar de algunos tristes aplausos que emergieron de los rincones del bar, dicen que el viejo le hizo una señal a Mikonos y que éste pareció recuperar de repente una sobriedad abotargada, de cámara lenta. Sacó la cartera del bolsillo, pagó la cuenta dejando una desorbitada propina, escupió al suelo y salió del bar acompañado por el viejo en dirección a una dársena, donde apenas se mantenía una pequeña barca llena de lapas y ostiones. A ella subieron los dos hombres, y mientras Mikonos se acomodaba en la popa, el viejo desataba los nudos de amarre y comenzaba a remar con decisión rumbo al horizonte, donde ambos se perdieron para siempre. Dicen los que me lo contaron que siembre recordarán el nombre de la barca.
Caronte

04 agosto 2005

EL HOMBRE SIN SUEÑOS.

Antes me permitía tener muchos sueños. No era consciente del peligro, así que desde pequeño los iba recogiendo de las calles y guardándolos en un cajón a espera de que crecieran. No discriminaba: El sueño de ser médico cabía junto al de ser bombero, el de ser rico junto al de ser bohemio, el de pisar la luna con el de ser vulcanólogo. Así, al cabo de los años, tenía tantos sueños que extendidos podrían haber dado la vuelta al mundo. Pensé incluso en hacer un museo con ellos.

Ignoraba sin embargo los problemas que me iban acarreando en el día a día. En primer lugar, la falta de espacio. Por mucho que uno quiera y por poco espacio que parece que ocupan en un principio, si se tienen tantos sueños como tenía yo por entonces, habría hecho falta un palacio para poder vivir junto a ellos sin estrecheces. Y ese no era mi caso. En un principio dediqué una habitación entera para ellos, pero finalmente fueron colándose en mi dormitorio, en el salón y hasta en el plato de la ducha. Probé varias fórmulas de almacenamiento, pero al fin la que se declaró más sencilla fue reducir el mobiliario a lo imprescindible: Dos sillas, la cama, una mesa y dos cajas para el resto de mis cosas, lo que constituía un problema cuando venían visitas, ya que tropezaban continuamente y tenían que sentarse en el suelo.

Otro de los problemas, a la postre el que acabaría con mi trabajo y mis relaciones sociales, era la inoportuna costumbre de despertarme en plena noche con sus manías, como la del miedo a la oscuridad. Traté de enseñarles a dormir por ellos mismos, incluso les dejaba una luz encendida para que pudiesen conciliar el sueño. Pero fue inútil. Al final, terminaba levantándome en plena madrugada para acurrucarlos en mi regazo hasta el amanecer, cuando tenía que marcharme a trabajar. Tal eran sus llantos y lamentos implorándome compañía, que al final tuve que dejar mi empleo. Ni que decir tiene que poco después fue mi novia la que se enceló de ellos y me abandonó. Lloré algunos días, pero luego su ausencia se me reveló práctica y dejé de llorar.

Y es que crearon en mí una insaciable dependencia, tal que no era consciente de lo que sucedía a mi alrededor. Salía lo imprescindible de mi casa a comprar lo básico: Pan, leche, comida en lata. Y a la vuelta siempre volvía con algún otro sueño que me había encontrado malherido en la calle, desechado probablemente al amanecer por alguien harto de su quisquilloso existir, lo cual agravaba la convivencia. Eso sí, tenía momentos maravillosos junto a ellos: Los colocaba en la mesa, les rogaba que no se movieran y los observaba durante toda la tarde como un becario de ciencias, ojeroso y hambriento. Por desgracia, al tiempo tampoco pude dedicarme a estar con ellos en casa, pues una mañana el dueño del piso llegó un cerrajero y, sin derrochar palabras, me echó a la calle con mis sueños y mi desgracia. Acabé durmiendo en portales de casas abandonadas.

De día, pedía junto a ellos en alguna iglesia, o a la salida de un restaurante. Al anochecer, los recogía y los transportaba con grandes esfuerzos hasta algún rellano donde pasar otra noche sin fin-. Los viejos murmuraban al pasar a mi lado - pobre chico, todavía no ha comprendido nada –. Pero al poco el hambre el frío y la inanición se encargaron de enseñarme que todo se reducía ya a una mera cuestión de supervivencia: O mis sueños o yo.

La decisión la tomé un día en el que la lluvia calaba y los sueños dormían tiritando bajo mi abrigo. La tos me impedía respirar, y decidí liberarme de ellos, poner fin a aquella relación enfermiza. Los arrastré sin misericordia hasta un contenedor de basura y allí, a un lado, los dejé abandonados por si alguien los quería, a mí me traía sin cuidado ya su destino. Y me alejé con pasos rápidos tapándome los oídos para no escuchar su llanto, para no sucumbir de nuevo a la belleza de su azul brillante bajo la lluvia. Unos pasos después la intranquilidad me hizo volver para ver como estaban, y me quedé más tranquilo al ver que unos niños los habían descubierto y hacían acopio de lo que podían. No sabían de su peligro, de que algún día se arrepentirían como yo lo hice de recogerlos. Pero yo no hice por advertirles. Pensé que cada uno debe tener su tiempo para el error y además, bastante tenía yo con intentar recuperar mi vida.

Poco a poco me voy desenganchando. Procuro no leer más que los periódicos, no ver películas interesantes, no escuchar determinada música. Y si alguien me habla de sus sueños le ruego que se calle, que soy un enfermo rehabilitado y puedo volver a recaer. Está siendo duro. Aún me conmueve cuando los veo harapientos en las calles, buscando un nuevo protector. Pero les vuelvo la cara y me digo que no los necesito. Que quiero ser por fin un hombre sin sueños. Que quiero ser alguien como tú.