12 diciembre 2004

CHAMPAN Y MORTADELA

Estaba esta tarde ojeando el semanario más leído en nuestro país y escandalizado con las ideas que daba para regalar en navidad . No porque no fueran ideas originales ni tampoco porque el precio fuera desorbitado, sino porque al encargado de buscarlas se le ha olvidado que aunque en la cena de navidad siempre haya champán (bueno, cava) en el frigorífico nunca falta el papelón de mortadela. Algo así pasa con los regalos. Si bien en mi familia vamos refinándonos con los años, nunca falta en mi balance de reyes el surtido de colonia-slips-libro malo. Porque si algo está presente en las navidades de casi todos mis conocidos es que hay regalos que te logran sacar los colores. Desde que en un episodio íntimo vivido hace ya algunos años mi compañera de entonces (francesa) se descojonara al verme en slips (prenda que mi madre me compró desde pequeñito y que siempre me pareció la única forma lógica de sostener mi herencia biológica), procuro deshacerme de mis slips más irrisorios y sobre todo reservar algo más adecuado para cuando me muestro al natural. Sin embargo, he reparado en que dicho proceso de desarme de lo hortera es inacabable, porque cada año sigo recibiendo mi pack de tres slips descojona-francesas. Del mismo modo, nunca me falta en años alternados la colonia de residencia de ancianos (tipo mejor cuánto más cerca) o la de machote de puticlub (busco a...mi hombría). Y por último, como no podía faltar en alguien que cría la fama familiar de empollón-intelectualoide, el libro malo. Es el que menos abunda afortunadamente, pero todavía recuerdo cuando con siete años mi tía me regaló un libro de quinientas páginas (supongo que entendería la relación a más gordo, más bueno) de un autor norteamericano que, para mi sorpresa infantil, hablaba de tríos, cocaína y mercenarios en sudamérica, algo así como Rambo en prosa. Lo único que me reconforta ahora es que el precio (creo que ponía 300 pesetas) no le descalabró la cuesta de enero a la pobre. Así que estas navidades, siguiendo con la tradición, por muy pijos que comamos la cena de nochebuena, pienso escaparme a la cocina para comerme, como el que hace algo ilegal, una lonchita de mortadela con aceitunas. Es la sal de la vida, que quieres que te diga.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajajaj, qué bueno.
Aitor

javierdebe dijo...

ajajaja
Festejo (a mi manera) la vuelta del Ángel que me sorprende y, dejando la literatura a un lado, que hace que me descojone y me parta!!.
Ya me hizo gracia el título cuando me lo comentó, pero el desarrollo es mucho mejor 'entodavía' (que es más que 'todavía').
Y, para colmo, el papelón que envuelve la mortadela siempre será muchísimo más sofisticado que el rebuscado, a la par que hortera, mecanismo que cierra una botella de cava, que no deja de ser mas que un vulgar alambre.
Quiero más como este!!!!